Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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En Guatemala existen decenas de personas criminalizadas por defender la naturaleza, muchas de ellas se encuentran en prisión, ligadas a proceso penal o están muertas porque fueron asesinadas. La lucha de estas personas junto con sus comunidades ha intentado frenar la destrucción de ríos, montañas, selvas, la extinción de especies de plantas y animales. Esto les convirtió en enemigos del Estado, que no ha dudado en utilizar la institucionalidad para arremeter en su contra y otorgar privilegios a las empresas nacionales y extranjeras para destruir nuestro entorno, despojar tierras y ocasionar conflictos entre comunidades y comunitarios.

En el capitalismo nos volvemos ciegos e irreflexivos porque nunca medimos las consecuencias que este sistema económico y político nos está ocasionando, no hemos dimensionado aún la devastación que provoca a todo ser vivo que habita el planeta. Basta con observar la dinámica de las ciudades para percatarnos que no existe conciencia de dónde proviene el agua que se consume y cómo se abastece (la ciudad) de este líquido si ya no existen ríos y los circundantes se les ha convertido en desaguaderos y basureros de los que sólo quedan recuerdos de aquellos días en que sus aguas cristalinas albergaban la vida de peces y otras especies.

Tampoco se piensa mucho en cómo se producen los alimentos, mucho menos en cómo se cultivan y cosechan las verduras, frutas, hierbas que consumimos en épocas en que el clima está mostrándonos los estragos que la humanidad le provocó y que irresponsablemente llamamos “cambio climático” cuando en realidad más que cambios son efectos de años y años de devastación, destrucción del cual osamos aún llamar nuestro hogar.

Este es un problema global en el que los efectos más duros ya están viviendo los pueblos y personas más empobrecidas, mientras que el capitalismo seguirá haciéndonos creer que con dinero todo lo podemos comprar. La actitud prepotente de países como Estados Unidos que niegan los efectos de la devastación climática, demuestra una vez más que están dispuestos a mantener su nivel de vida a costa del bienestar del mundo, no sólo de las personas sino de todos los seres vivos.

Los esfuerzos por dejar de consumir plásticos se quedan cortos, ya que nos enfrentamos a un modelo de acumulación que tienen como mecanismo la destrucción para seguir enriqueciéndose. Guatemala no es de los países más contaminantes, pero eso no nos salvará sino que nos hará aún más pobres. La sequía, las inundaciones, los incendios forestales, la desaparición de ríos como lo recientemente ocurrido con el río San Simón en Chisec, incrementarán la desnutrición, la pobreza, las migraciones.

Hay estudios que demuestran que los pueblos originarios (en todo el mundo) no sólo han sido guardianes del entorno natural, sino que han experimentado formas sostenibles de vida con la naturaleza, que lo que existe hoy ha sido gracias a quienes en el pasado dedicaron sus vidas a protegerla y respetarla.

Este modelo de “desarrollo” está costándonos la vida y la libertad. ¿Sobrevivirán solo aquellos que puedan comprar el agua y el aire?

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