Pareciera como si la semántica de los militares fuera diferente a la del resto de los mortales porque el Ministro de la Defensa justifica el negocio de los aviones argentinos explicando que no se trata de una compra sino de una adquisición. Pero basta acudir al diccionario, el famoso amansaburros, para darse cuenta que Comprar es la acción de obtener algo por un precio mientras que Adquirir es “comprar (obtener algo por un precio)”, según cita textual del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia. Y conforme a nuestra legislación, para atenernos al sentido literal de las leyes, se tiene que recurrir a ese instrumento para resolver cualquier duda semántica.

Lo que ocurre es que para realizar una compra la ley establece procedimientos que se han pasado por el arco del triunfo en el negocio fétido de la compra de aviones que se empezó a negociar, según dijo el mismo ministro Ralda, desde el año pasado y que se concreta este año. Los negociaban desde 2018, pero es en el 2019 que aparece la “justificación”, con el descubrimiento de una nave jet utilizada por los narcos e incendiada en el sitio donde aterrizó.

La laboriosa explicación que ha dado el titular de la cartera de la Defensa para defender el negocio que han realizado él y el presidente Morales se fundamenta en una interpretación semántica que el militar hace de lo que, según él, diferencia la operación. Si no es compra, sostiene, no se deben aplicar los requisitos legales que regulan el régimen de compras. Pero resulta que adquisición es, según el Diccionario, nada más y nada menos que una compra, lo que lo regresa al origen de los cuestionamientos que se hacen respecto a la opacidad del negocio y la burla a la legislación mediante el fraude de ley de haber modificado un acuerdo internacional específicamente para hacer encajar en el mismo, a puro tubo, la adquisición de los aviones.

Magnánimo, el Ministro explicó a la prensa que pudo haber invocado el artículo 30 de la Constitución sobre el carácter secreto de los asuntos relacionados con la seguridad nacional y que en vez de eso están actuando públicamente. Y es que sólo Dios sabe cuánto del erario se ha gastado a lo largo del tiempo esgrimiendo los secretos militares. De allí salieron los confidenciales desde los tiempos de Ramiro de León Carpio, cuando se echó mano al presupuesto de gastos secretos del Ejército para forrar de dinero a los gobernantes.

Hay temas tan sucios que es mejor no revolver la porquería.

Redacción La Hora

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