Se han cumplido ya ocho años desde que fue desaparecida Cristina Siekavizza en uno de los casos que, por la tenacidad de su padres, hermanos y amigos, se ha convertido en paradigma de la impunidad en nuestro país porque a pesar de las pruebas sigue sin dictarse una sentencia en contra de los responsables del crimen y de sus cómplices que ayudaron a borrar evidencias y a hacer casi imposible la localización del cadáver de esa joven madre de familia víctima de brutales tratos.

Si los tribunales de feminicidio estuvieran más ocupados en proteger a las mujeres realmente víctimas de la violencia de género, en vez de ponerse al servicio de espurios intereses como los de Baldetti y Torres para asegurarles impunidad calificando de acoso por su condición de mujer a las denuncias legales y públicas, seguramente que otro sería el panorama en la protección y defensa de la integridad de la mujer. Como pasa tan frecuentemente en Guatemala, las leyes se manipulan y lejos de cumplirse al pie de la letra se convierten en trampa a favor de la impunidad.

El esposo de Cristina Siekavizza contactó inmediatamente después de la desaparición de su esposa a amigos que han cumplido al pie de la letra su ofrecimiento de llevarse a la tumba el secreto sobre el paradero de la víctima, colocando con ello los cimientos del muro de impunidad que se ha estructurado con el apoyo de un Sistema Judicial viciado en el que cada vez se hace más difícil encontrar justicia porque están a la orden del día los intereses espurios que se convierten en el motor de la actividad procesal.

Ocho años es un lapso demasiado largo para quienes claman por justicia y aquellos niños que lloraron la desaparición de su madre se han convertido en adolescentes que se duelen por los vericuetos de una legalidad que sirve para proteger al principal sospechoso, quien se beneficia por la existencia de estructuras conocidas en el poder judicial que se encargan de entrampar los casos para beneficio de sindicados que tienen los medios, recursos o contactos suficientes como para activar la maquinaria de una impunidad trabajada a conciencia durante muchos años.

La familia Siekavizza ha sido de esas que no se rinden ni abandonan una lucha en busca de justicia y nos da un ejemplo a los ciudadanos sobre el valor y significado de esa persistencia en mantenerse remando contra la corriente de una realidad frustrante y decepcionante en la que la obstaculización es la clave de nuestro pervertido Sistema de Justicia.

Redacción La Hora

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