Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

post author

Por Jorge Santos

Era junio de 1999 y en el Comité Ejecutivo de la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León”, discutíamos qué hacer para el 30 de junio, fecha en la cual el Ejército salía a realizar un desfile de mal recordatorio, por la participación de esta institución en el terror de Estado que culminó en Genocidio, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, exilio y otras graves violaciones a derechos humanos. Nuestra discusión giraba en torno a cómo debía de suprimirse tal desfile, nos parecía una afrenta a la dignidad de las más de 200 mil víctimas del Conflicto Armado Interno, que aquel Ejército saliera a las calles, nos parecía un despropósito para los fines de la construcción democrática que anhelábamos, después de la firma de los Acuerdos de Paz.

El 30 de junio, llegamos muy temprano, no éramos muchos estudiantes, pero nos posicionamos sobre la séptima avenida y sexta calle, en la esquina de Catedral. Decidimos ir todos y todas de negro, llevar una corona de flores, como una protesta frente aquel acto representativo del mayor autoritarismo y violencia contra el Pueblo guatemalteco y como ese desfile y el Ejército que lo realizaba debía ser eliminado. Caminamos de allí hacia el Pasaje Rubio, donde fue asesinado Oliverio. Cuando pasamos frente al Palacio observamos a un grupo de jóvenes que como nosotros había llegado a manifestar. Ellos y ellas se quedaron en la Plaza y nosotros continuamos hacia el lugar acordado. Una vez terminado nuestro acto, muchos regresamos a la Plaza al escuchar los gritos de “Juicio y Castigo” una y otra vez. Allí estaban jóvenes manifestando contra el Ejército asesino. Levantaron unos estandartes que representaban cráneos de calaveras mientras, los perpetradores del terror desfilaban.

Sus gritos de justicia, verdad, memoria y dignidad, eran más fuertes que el paso de los militares. Desde aquel 30 de junio de 1999 a la fecha, la organización H.I.J.OS ha sido y es uno de los referentes más importantes en la búsqueda de verdad, recuperación de la memoria histórica, reivindicación de la rebeldía propia y de sus familiares desaparecidos o víctimas de la política contrainsurgente. A lo largo de 20 años, han luchado por reivindicar la dignidad de las luchas de sus padres, madres, hermanos, hermanas, así como acompañar la búsqueda de las familias de más de 45 mil detenidos-desaparecidos en el país.

Ellos y ellas, H.I.J.O.S continúan 20 años después, luchando por encontrar a sus familiares, por hacer responsables a quienes cometieron graves violaciones a los derechos humanos, justicia y reparación digna. Pero también a lo largo de estos años, han estado junto a las reivindicaciones históricas de los Pueblos en Guatemala, sus resistencias y sus luchas. Han sabido imprimirle también a las luchas del presente, la memoria viva que nos permite hoy estar acá y seguir luchando. Por ello, esta columna en nombre de H.I.J.O.S para que por muchos años más sigamos reivindicando que no habrá Ni Olvido, Ni perdón y que esperamos Juicio y Castigo para los asesinos.

Artículo anterior¿Qué hacer para salir de la crisis electoral?
Artículo siguienteA quién le conviene la zozobra