Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera.
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Para continuar con este tema iniciado el sábado 22, es conveniente decir y dejar muy claro que no tengo el honor de conocer a doña Thelma Cabrera ni pertenezco ¡tan siquiera de lejos!, al partido Movimiento para la Liberación de los Pueblos. Tampoco he pertenecido ni pertenezco ni pertenecí a los llamados de “izquierda” como URNG-Maíz o Winaq ni tampoco integré alguna célula de la guerrilla durante la Guerra Civil de Guatemala.

Yo soy socialista moderado por los caminos ¡teóricos!, que trazó el inolvidable e inmarcesible italiano Norberto Bobbio, pero “yo solito”, sin un partido que pueda llenar mis expectativas más hondas y sinceras. Tendría que fundar uno a mi medida que sería una mezcla de tantas teorías con las que simpatizo y que han llenado mi vida ¡de un gran afán de vivir!, que ya es más que suficiente. Pero partido así, imposible de fundar en un país tan atrasado como Guatemala.

Sin embargo -después de los rocambolescos comicios de granizadas y shucos del domingo 16 y de la enorme alegría que me produce el hecho de que ¡al fin!, se va del horrible Guacamolón el tal Jimmy In Morales– lo que lleva un poco de paz a mi corazón –ya cansado de tanta falsedad, mentira y comedia de chuchería que es la “política” en este país– es el verdadero ¡triunfo! (porque así se debe interpretar) del ¡cuarto lugar!, de Thelma Cabrera. Pero sobre todo del partido Movimiento para la Liberación de los Pueblos. Y en cambio me llena de preocupación, ansiedad e incertidumbre el hecho de que ¡queramos o no queramos, nos guste o nos llene de asco o de indignación!, el próximo presidente de Guatemala será Alejandro Giammattei o la execrable y corrupta (porque ya está demostrado) Sandra ex de Colom. Y digo “ex” de Colom, porque todos sabemos que el que fue su marido (y dejó de serlo para hacer un fraude de ley) tiene arresto domiciliario por un delito (lo del Transurbano) que la misma Torres avaló –cual ex presidenta de facto– como todos sabemos también. Así que aliviados estamos.

Mas algo hay de esperanza en todo esto, porque el Movimiento para la Liberación de los Pueblos –que cuenta objetivamente con más de 400 mil ciudadanos– ha logrado por decirlo así, el momento y el lugar modélico para que se escuche la voz de la genuina izquierda. No de la izquierda vencida, que se vendió por una especie de miserable perdón del Ejército ¡retorcidísimo!, que sigue mandando.

Esa izquierda ¡la que yo llamo realmente izquierda! que puede hablar desde la cima que es –como ya dije– el Convenio 169. Un documento privativo, conveniente y “natural” y específico de los pueblos originarios de Guatemala, que es el portón más ancho por donde ellos pueden ingresar a la política nacional –en el sentido más puntual del término y de la ciencia que la funda. ¡Y a la memoria histórica!, es decir, a la recordación justa –pero implacable– desde donde la verdad debe ser conocida. Donde no debe haber perdón sino juicios legales, que nos dejen saber lo que en realidad pasó durante la Guerra Civil de Guatemala.
Claro que con una Sandra Torres o un Alejandro Giammattei, en la Presidencia de la República, estas justicieras demandas serán casi imposibles de lograr, como lo han sido siempre. Como lo fueron durante la gestión del payaso –que va de salida– o del genocida aún encarcelado que obligó a toda una Corte de Constitucionalidad a reverter el caso del aún más genocida de Ríos Montt.

Sin embargo, y si me pusieran una escuadra en el pecho –para que dijera a quién de los dos prefiero– tendría que decidirme por Alejandro Giammattei, con todo y los pecados que carga como ex “Pavorreal”.

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