Como siempre ocurre cuando alguien tiene que recular tras haber dicho algo, ayer el candidato vicepresidencial de la UNE culpó a la prensa y dijo que su afirmación hecha en una radio sobre una consulta popular para decidir el futuro de la CICIG había sido “sacada de contexto”. Sabiendo lo que en la Embajada de Estados Unidos calificaron como “abrasivo” carácter de su jefa, Sandra Torres, no hace falta ser sabio para sacar conclusiones y entender que fue regañado y forzado a desmentirse porque, por supuesto, a la candidata presidencial el solo nombre de la CICIG le causa urticaria luego de que una investigación de ese ente estuvo a punto de sentarla en el banquillo de los acusados, de lo que se salvó porque la Fiscal General dejó de ser vigilante, aunque solo fuera para retrasar el proceso de manera que pudiera gozar del derecho de antejuicio.

Es sabido que la Unidad Nacional de la Esperanza no va a buscar el retorno de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y en eso no hay vuelta de hoja. Pero lo que ahora sabe el candidato a Vicepresidente es que no podrá abrir la boca sin permiso porque en el entorno de la señora Torres las órdenes se cumplen y no se discuten. Por mucha que sea la verborrea de alguien, tiene que medir sus palabras porque son abundantes los casos de políticos que han caído en desgracia por hablar sin el correspondiente permiso.

Y el aval que dio ayer Sandra Torres y la UNE al TSE es de aquellos que califican para decir “no me defiendas compadre”. Lejos de contribuir a dar certeza a la población y desvirtuar sospechas, la actitud, el tono y el contenido de la declaración, únicamente las acrecentó.

Redacción La Hora

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