Alfonso Mata
Se cierra un capítulo electoral, el voto quedó estampado en papel y va muriendo entre las tintas. La apuesta la ganó –ya la tenía ganada– lo mismo, no hay milagros pero si paradojas. A pesar de que los medios de comunicación honestos y libres de las pasiones insanas, han venido señalando con informes francos y veraces las anomalías en el Estado y sus funcionarios, eso no propicia cambio electoral alguno en la ciudadanía ¿estamos contentos con lo que tenemos?
Lo que revela el análisis de los resultados es el pensamiento escondido y trágico de nuestro elector y pone claro que no es elástico ni a la reflexión ni a la acción para cimentar ni poner realidades democráticas, pues le es más fácil adaptarse a aceptar las estocadas de la publicidad política y, cualquier observación o reflexión contraria que se le presente, es pecado de traición y descalificación emotiva, más que racional.
Al revisar el listado de ganadores, nos topamos con una sorpresa: no hay en la mayoría de ellos –mayoría que puede llegar al 75%– de lo bueno y útil para abrirse hacia el progreso, pero lo importante es determinar por qué. Acá solo hago alusión a una parte de esa problemática: no han leído jamás y no se les ha visto trabajando en la realidad de la problemática nacional. Tenemos dirigentes de “me contaron por hay” y eso descansa por supuesto en un fondo: Nacen, crecen y se reproducen en hogares, fueron educados en centros escolares y han trabajado en instituciones que de lo que menos se pueden jactar es de ejercicio democrático, más bien se dio en ellos, una conducción patriarcal, gobernada bajo obediencia ciega y de terror, cargada siempre de una represalia de injusticia, chantaje y actuaciones al margen de la ley, que llevan al final a: exabruptos, medidas y acciones absurdas cuando no estúpidas y a actos de corrupción, tantas veces señalados por los medios y que afectan tanto lo público como lo privado, con una constancia en su repetición, que vuelve nuestra historia política “aburrida, insípida y tediosa” paralizante y aunque nos topemos con una juventud entusiasta, más instruida que la de hace algunas décadas y con buenas intenciones, hay muy poco de contribución para lograr una provechosa administración y obra en pro de la mejora político-social y de romper con inequidades y de meterse de lleno a la responsabilidad compartida. De tal forma que nos hemos metido en un entorno de conformismo preocupados porque no se nos toque y por recibir mensualmente un salario.
Dudas, confusión, incertidumbre, plagan la historia de pocos aciertos y lucha por la libertad en todos los aspectos a fin de encausar las aspiraciones de un pueblo consciente. Actos malos, errados y contraproducentes los tiene cualquiera, pero sin censura y sin corrección y rectificación, estos se eternizan y dan lugar a la intriga palaciega y a gobernar a través de “cachitas”: déjame apropiarme de esto y te doy esto; dame tanto y el contrato es tuyo. Me das y recibís.