Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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En Guatemala se ha venido diciendo desde 1985 que el fraude electoral está desterrado y hay quienes sostienen que todas las elecciones desde que se creó el Tribunal Supremo Electoral han sido cristalinas (hasta la del apagón), no obstante la evidencia abundante de cómo el dinero oculto ha sido el gran factor en la decisión sobre el devenir político del país. Pero lo que no se puede negar es que venimos en el curso de un progresivo pero constante deterioro de nuestras instituciones como resultado de la corrupción y por lo tanto el mismo sistema electoral se encuentra más expuesto que nunca y lo corrobora la forma en que, por distintas vías, se dispuso la marginación de alternativas que pudieran significar algún riesgo para la “estabilidad” del modelo actual que descansa en los pilares de la corrupción y de la impunidad.

La forma en que se puede manipular a miles de votantes con acciones como la erogación de casi cincuenta millones para beneficio de los expatrulleros y el ofrecimiento de un resarcimiento de 85,000 para cada uno de los exsoldados son elementos que deben alertar encendiendo todas las luces de alarma porque son factores que pueden incidir, y mucho, en el resultado de las elecciones del próximo domingo.

Y es que viendo lo que ocurrió en las últimas elecciones en Honduras y la forma en que Estados Unidos zanjó el problema simplemente reconociendo como válido el triunfo del actual Presidente, pese a las denuncias y a las protestas por el fraude electoral, no se puede descartar que las mismas mentes que planificaron la polarización de la sociedad para expulsar a la CICIG y que supieron aprovechar las especiales características que tiene ahora el Gobierno de los Estados Unidos, estén pensando que pueden lograr un trato parecido tomando en cuenta la forma en que Trump se ha mostrado tan accesible para los esfuerzos de cabildeo que se vienen haciendo para afianzar el control que los corruptos ejercen de todo nuestro sistema y de la institucionalidad del país.

Llama poderosamente la atención, por ejemplo, que el encargado de los diálogos institucionales haya dicho, al terminar su reunión con los exsoldados la semana pasada, que esos antiguos militares ya no constituyen una amenaza porque se han comprometido a no afectar el proceso, pero de una vez dijo que hay otros grupos, a los que no identificó, que planean provocar apagones que dificultarán el traslado de la información sobre los resultados electorales, lanzando de antemano a alguien más la responsabilidad de una situación que, por lo visto, puede darse como en aquella otra, en la que un misterioso apagón pudo haber tenido mucha influencia en los resultados finalmente presentados.

En todo caso, vale la pena tomar en cuenta los antecedentes geográficamente cercanos y nuestras experiencias pasadas para entender que si algo sigue siendo posible es ver a los muertos acarreando basura y sería ingenuo pensar que Guatemala tiene un sistema electoral a prueba de fraudes. Como decían antaño las viejitas, no hay que creer ni dejar de creer.

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