René Arturo Villegas Lara
En los primeros días de diciembre, cuando empezaban a llegar los rumores de la próxima Navidad, los sábados y domingos anteriores, en horas de la mañana, el caballo tordillo de don Manuel “Colorado” salía a recorrer con trote lento las calles principales de Chiquimulilla, sólo que en los últimos siete años deambulaba sin jinete que lo dirigiera, pues don Manuel ya había pedido permiso para irse de este mundo. Pero, al caballo tordillo le quedó la costumbre de ir de casa en casa pidiendo las limosnas para hacer el nacimiento del altar mayor de la iglesia, así que se sabía con segura memoria toda la ruta que, como rutina, siguieron durante veinticinco años. Don Manuel “Colorado”, con ese nombre lo conocimos, abandonaba sus trabajos agrícolas en la aldea Sinacantán, se ponía una corona de cartón dorado sobre la peluca larga que guardaba en el escaparate de la Virgen de Concepción y con su capa celeste, plagada de estrellitas de papel plateado, recorría calles y callejones con una alcancía en la mano, en la que los buenos vecinos le depositaban su ayuda para sostener el esfuerzo de celebrar año tras año la esperada Noche Buena. Un día del mes de octubre, desde Sinacantán vino la noticia que don Manuel había fallecido y contaban que su caballo tordillo durante muchos meses se negó a salir del potrero que hacía de cementerio, echado y rumeando el zacate que crecía alrededor de la tumba de su amo y señor. Algunas señoras de camándula contaban que algunas veces lo oyeron llorar. Cuando llegó el mes de diciembre siguiente a la muerte de don Manuel, el caballo se puso de pie, se sacudió la modorra como si acabara de salir de un río y se vino al pueblo a recorrer de nuevo las mismas calles y callejones por donde condujo a don Manuel, deteniéndose en cada casa en donde acostumbraban darles limosna, sólo que ahora se trataba de mantener el ritual, pues ya no llevaba la alcancía que nunca se supo a dónde fue a parar. El recorrido que hacía el caballo en los primeros sábados y domingos de cada mes de diciembre se repitió durante siete años, hasta que poco a poco fue enflaqueciendo, pues su alimentación se reducía al zacate que nace en la orillas de la carretera, que de último escaseó porque quienes eran dueños de una vaca y no tenían potrero, las amarraban en los cercos y daban cuenta con todo el zacate que no llegaba a crecer ni dos cuartas. El último año en que vivió el caballo tordillo, la pasó junto al poste municipal, pues como el alcalde mandaba a poner zacate para los animales que iban a subastar por callejeros sin dueño y siempre quedaba un sobrante para el caballo tordillo, al que se le llegó a tener como vecino del municipio. Recuerdo que ese último año, en octubre, se celebraron elecciones municipales y la oposición pintó en la barriga del caballo tordillo, con pintura negra, el nombre del candidato de la oposición. Si don Manuel “Colorado”, el rey de la Navidad, hubiera estado vivo, jamás habría permitido semejante ofensa a la dignidad de su caballo. En el mes de enero siguiente a la última Navidad, una zopilotera de arremolinó alrededor del poste municipal y entonces todos nos dimos cuenta que el fiel caballo tordillo de don Manuel “Colorado”, había pasado a situación de finado.