Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Durante los ocho o diez días recién pasados he escuchado (en distintos círculos) varias frases y comentarios como: “luego lo arreglamos”; “hagámoslo así, luego vemos”; o “ahí que miren los demás”…, frases que me hicieron recordar que hace un par de años publiqué un breve texto de temática similar a manera de punto de partida para una necesaria reflexión al respecto. Escuchar frases y palabras como esas, sin duda, hacen (o debieran hacer) pensar acerca de acciones o actitudes en las que muchas veces no reparamos, aunque debiéramos hacerlo, dada la trascendencia y el efecto que ello tiene tanto para la sociedad en su conjunto como para cada persona en lo individual. En Guatemala nos hemos acostumbrado en gran medida (tristemente, y dicho sea de paso en buen chapín) a hacer las cosas sólo por salir del paso, luego vamos destapando un agujero para tapar otro, o dejando que pase el tiempo para que alguien más solucione el problema cuando tal vez ya ha crecido de manera tal que es mucho más difícil y complicado encontrarle una solución perdurable o definitiva. Eso lo vemos en todo el país, en distintas áreas de la vida y del quehacer cotidiano, y casi nadie (para no generalizar, puesto que tampoco sería correcto) puede decir que no ha caído alguna vez en la tentación de hacer algo solo porque sí, sin el esmero y el esfuerzo que supone hacer las cosas lo mejor posible y conscientes de todo lo que ello significa para el presente y para un futuro que se acerca inexorablemente aunque no queramos y sin que nos demos cuenta. Lamentablemente, esa tendencia (por llamarle de alguna manera) se ha ido extendiendo casi al punto de convertirse en una suerte de cultura: la cultura de “luego lo arreglamos, y a ver qué pasa”… Pensar de esa manera ha hecho que, por ejemplo, no nos demos cuenta de la necesidad de nuestra participación consciente en los asuntos públicos; en la toma de las decisiones que nos afectan a todos; o en la elección de gobernantes y congresistas capaces y preparados que respondan a la lógica de trabajar por el bien común y no en función de intereses propios, particulares o corruptos. Por causas como esa, aunque no lo visualicemos de esa manera, es que seguimos con carreteras en pésimo estado; con escuelas que se caen a pedazos; con obras eternamente inconclusas; con funcionarios de alto rango que dicen “dijistes” y no dijiste…, en fin. Este proceso electoral en el que se encuentra atípicamente inmerso el país es un momento justo, histórico, para no hacer sólo por hacer, para no votar sólo por votar, para no pensar en que quizá luego lo podemos arreglar. Las cosas hay que hacerlas bien siempre, no como caiga, porque las consecuencias pueden ser nefastas y duraderas. Hagámoslo por un futuro mejor, por un país mejor, por aquellos que vienen siguiendo nuestros pasos y que al final de cuentas, habrán de encargarse de este país más temprano que tarde…

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