Arlena Cifuentes
Arlena_dcifuentes@hotmail.com

Seguimos como buenos espectadores viendo a nuestro derredor cómo termina de desmoronarse nuestro país; continuamos opinando sobre lo que está mal. En este marco, señalando a todo aquel corrupto, cínico, sinvergüenza que sabemos que lo es porque se ha hecho evidente, pero lo que aún no vemos y menos aún, aceptamos, es que nuestra sociedad está corrompida a lo largo y ancho de la extensión territorial que ocupa. Muy cerca, en nuestro entorno diario estamos rodeados de gente que se salta las trancas creyéndose muy lista para evadir leyes, reglamentos y obligaciones que como “ciudadanos” guatemaltecos tenemos; sin ir muy lejos, el calvario en el que se ha convertido el tráfico por la incapacidad de quienes tienen en sus manos la búsqueda de soluciones, pero también por la infinidad de conductores de vehículos y motos irresponsables quienes adquirieron una licencia de conducir de manera fraudulenta utilizando las calzadas, calles y avenidas a su gusto y antojo.

Quienes creemos que entendemos un poco la problemática nacional, yo en menor escala que la mayoría, nos entretenemos en seguir los juegos que nos juegan aquellos que tienen bien delimitados sus objetivos. En la actualidad, hay un buen número de candidatos que aún no han sido inscritos, lo cual depende de la parcialidad o imparcialidad que apliquen quienes tendrán a su cargo la última palabra para decidir dicha participación. Nos mantienen expectantes, centrando nuestra atención en situaciones que han venido siendo discutidas una y otra vez. Continuamos escuchando y viendo las entrevistas a los candidatos, las cuales son redundantes y sin contenido, lo que las convierte en un insulto a nuestra inteligencia, ya que a cada respuesta que emiten hacen gala de un desconocimiento total sobre las diferentes temáticas que se abordan, sin manifestar el menor atisbo de vergüenza al hacerlo; es más, su ignorancia acentúa su arrogancia. Así, continuamos dando recetas de qué debería hacerse ante el grado de descomposición de las instituciones y de la sociedad en general.

Hemos permitido que nos dividan utilizando para ello el desconocimiento que nos confunde pero nos entretiene. Es innegable la ausencia de un liderazgo probo, pero seguimos dando palos de ahogado al afirmar que la esperanza está puesta en las nuevas generaciones. ¿Qué testimonio, qué enseñanza les hemos dado, me pregunto? Sin lugar a duda, son y serán el producto del ambiente en donde han crecido, tengamos la certeza de que son como esponjas que supieron absorver a través de sus poros y sentidos lo que nuestros pecados cometidos voluntariamente o por omisión cometimos.

¿Qué demanda de cada uno de nosotros el presente? Es una pregunta que se inserta muy bien en nuestro recorrido por esta Semana Santa, para nosotros los cristianos, es el tiempo en el que revivimos la pasión de Cristo. Hemos aprendido que Dios tiene uno o más propósitos para cada quien. Sin embargo, contrariamente a lo que creemos hemos perdido la sensibilidad, la empatía, el asombro, la compasión; si verdaderamente es la FE la razón de nuestro existir porqué no exigir con la dignidad que nos otorga el ser hijos de Dios propuestas serias que respondan a la solución del momento crítico que estamos viviendo. Los candidatos nos ven con desdén, solo en esta época electoral nos necesitan; exijámosles respeto, seriedad, comprobemos su probidad investigando su pasado.

El VOTO es un derecho que tenemos los “ciudadanos” cuyo significado para la inmensa mayoría ha sido y es intrascendente. Hoy más que nunca debemos darle el valor que intrínsicamente tiene; los políticos necesitan nuestro VOTO, exijamos propuestas viables con contenido. BASTA YA de regalárselo al menos malo. Nuestro VOTO tendrá el valor que nosotros le demos en la medida en que construyamos ciudadanía, no lo desperdiciemos.

Artículo anteriorLa culpabilidad chapina
Artículo siguienteCargar baterías