Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

El proceso electoral en el que nos encontramos, ha resultado tremendamente atípico por muchas razones, la judicialización de la política o la politización de la justicia, como se le prefiera ordenar, tiene en zozobra varias candidaturas, huérfanos a muchos electores y seguramente esto domina y condiciona el proceso electoral, sin embargo, hay otra particularidad de este proceso y esto lo constituye la ausencia de la acostumbrada publicidad política. En otros tiempos ya no quedaría piedra, tienda o poste virgen y la radio, televisión y vallas nos tendrían colapsados de mensajes, los cuales, aunque sin mucho contenido o aporte, transmitían información sobre el candidato y su partido, eran los medios de canalización de la información y la empatía política.

La información política ha buscado otros cauces, hoy las redes sociales consolidan la información y publicidad política, con las ventajas o desventajas que traen aparejadas el que sobre las mismas no hayan medios para filtrar la calidad o la cantidad, la verdad o la mentira de lo que en ellas se difunde, quedando en la capacidad del receptor el dar credibilidad o no a determinado mensaje o información.

Desde el punto de vista de la cantidad de información con la que cuentan los electores, esta no parece tener límites, en Guatemala hay más celulares que personas y la venta de tiempo de aire para transmisión de datos supera ya a la que se da por concepto de comunicaciones telefónicas, lo que se traduce en una amplia gama de ofertas de información servidas a través de redes sociales que son ya el vehículo para transmitir la información que se recibe en similares cantidades para todos los electores.

Desde el punto de vista de la calidad de la información, hay muchas razones que condicionan esa calidad. En los pueblos del interior del país suele haber una página en FB local donde el pueblo se informa o cuentas de Twitter asociadas generalmente en el núcleo de la misma población que canalizan lo que los administradores de las cuentas consideran es la información correcta o aquella que se debe o se desea mostrar. En las ciudades, la calidad se encuentra condicionada por la ausencia de validación o de contraste, o el deseo por realizar esos ejercicios, estimo que hoy es más sano cuestionar que asumir cualquier mensaje o información que se reciba por medios no acreditados.

Desde el punto de vista de la educación y conocimiento del receptor de la información, nadie puede negar que la incidencia de la calidad de la educación marca en gran medida el pensamiento del receptor y su aceptación sobre lo que recibe de información. Una persona con conocimientos y que ha tenido la oportunidad de estudiar no recibirá con beneplácito o dará credibilidad a información errónea, tergiversada, polarizada o simplemente demagógica.

Tal parece que si no validamos y contrastamos la información que recibimos por cualquier medio y esa información determina nuestra voluntad para emitir el voto en favor de determinada persona, nos aprestamos como sociedad a elegir nuevamente a ciegas a nuestras futuras autoridades.

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