Luis Enrique Pérez

lepereze@gmail.com

Nació el 3 de junio de 1946. Ha sido profesor universitario de filosofía, y columnista de varios periódicos de Guatemala, en los cuales ha publicado por lo menos 3,500 artículos sobre economía, política, derecho, historia, ciencia y filosofía. En 1995 impartió la lección inaugural de la Universidad Francisco Marroquín.

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Luis Enrique Pérez

Hay dos géneros de candidatos presidenciales: los modestos y los sensatos. Los modestos son aquellos que tienen certeza absoluta de que jamás serán electos; y el producto del proceso electoral comprueba que esa certeza era prudente. Obtienen una cantidad tan exigua de votos que ni aún el candidato mismo parece haber votado por él. Los sensatos son aquellos que tienen certeza relativa de que pueden ser electos; y el producto del proceso electoral comprueba que esa certeza era prudente.

Hay dos especies del género de los modestos: los genealogistas y los frustrados. Los genealogistas son aquellos que quieren que sus hijos, nietos, bisnietos y, en general, toda su descendencia genética hasta el fin del mundo, se ufane de haber tenido un ancestro que fue candidato presidencial, aunque puede suceder que esa descendencia hasta intente excluirlo de la historia genealógica. Los frustrados son aquellos que quieren tener la importancia social que creen merecer y que nunca han tenido, aunque puede suceder que no adquieran tal importancia y sean contemplados más con ofensiva piedad que con consolatorio respeto.

Cada especie del género de los modestos tiene dos variedades: los cretinos y los bufones. Los cretinos son aquellos que tienen una inteligencia tan escasa que es casi imposible encontrar un indicio de que la poseen. Ellos son un ejemplo de que la democracia es compatible con la suma estupidez. Los bufones son aquellos que merecen más carcajadas que votos, como si su más genuina vocación fuera la comicidad. Ellos son un ejemplo de que la democracia es compatible con el espectáculo circense.

El género de los sensatos se divide en dos especies: los avanzados y los rezagados. Los avanzados son aquellos que, en la votación, ocupan la primera o la segunda posición. Evidentemente, el candidato ganador pertenece a esta especie. Los rezagados son aquellos que ocupan la tercera o la cuarta posición; pero en una futura elección pueden pertenecer a la especie de los exitosos. Una modalidad de la especie de los rezagados son los desertores. Son aquellos que desisten de competir en nuevos procesos electorales, aunque en uno próximo podían haber pertenecido a la especie de los exitosos.

Cada especie del género de los sensatos tiene dos variedades: los aptos y los ineptos para gobernar. Efectivamente, los avanzados pueden ser aptos o ineptos; y los rezagados también pueden ser aptos o ineptos. Estas variedades insinúan que, en el género de los sensatos, ni ser candidato avanzado implica aptitud o ineptitud; ni ser candidato rezagado implica aptitud o ineptitud. Son variedades que surgen porque la democracia no garantiza aptitud de quien ha sido electo, ni atino de los electores.

Esta taxonomía es lógicamente imperfecta. John Duns Scotus la reprobaría. Una de sus más notables imperfecciones es que un candidato de determinada especie puede pertenecer a variedades de otra especie. Por ejemplo, un candidato de la especie de los avanzados puede pertenecer a la variedad de los cretinos y, con asombrosa simultaneidad, a la variedad de los bufones. Es posible, entonces, que el ganador de una elección presidencial sea cretino y bufón.

Post scriptum. Puede agregarse el género de candidatos presidenciales cínicos. Son aquellos que prometen todo lo prometible. Una especie son los ilusionistas. Son aquellos que crean infundada esperanza. Una variedad son los alquimistas. Son aquellos que transforman la infundada esperanza en confiado voto.

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