Amy Goodman y Denis Moynihan
Otro tiroteo en masa ha captado la atención mundial. Un hombre armado con un arsenal de armas semiautomáticas adquiridas legalmente irrumpió en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, y asesinó brutalmente a 50 fieles musulmanes. El agresor, un australiano de 28 años de edad llamado Brenton Tarrant, transmitió en vivo su masacre vía Facebook, en un caso de uso distorsionado y enfermizo de las nuevas tecnologías. El asesino, que aparentemente fue arrestado ileso, había publicado un manifiesto en internet antes de su ola de asesinatos, en el que se definió a sí mismo –en una prosa errática– como un supremacista blanco comprometido. En el manifiesto expresa ser partidario del presidente Donald Trump, a quien considera “un símbolo de la identidad blanca renovada y de un propósito común”, condena a muerte a los inmigrantes no blancos y usa contra ellos las palabras “invasores” e “invasión” más de 80 veces.
El mismo día del ataque, Trump emitió el primer veto de su Gobierno, con el que anuló la resolución del Congreso contra la declaración de emergencia nacional que pretende utilizar para financiar unilateralmente su muro fronterizo. Al momento de firmar, Trump, al igual que el agresor de Christchurch, también usó la palabra “invasión”: “Es una invasión de drogas, de criminales y de gente. Y, en muchos casos, son criminales de sangre fría. Y en algunos o muchos casos, se trata de que están entrando asesinos y homicidas”.
El presidente Trump llamó a la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, para expresarle sus condolencias. Ardern hizo los siguientes comentarios sobre la llamada: “Preguntó qué apoyo podría brindar Estados Unidos. Mi mensaje fue ‘compasión y amor para todas las comunidades musulmanas’”.
La mordaz respuesta de la primera ministra fue clara. Ese día, al dirigirse a su nación en respuesta a la masacre, Ardern, la mujer jefa de Estado más joven del mundo con sus 38 años de edad, dijo: “Muchas de las personas que se han visto directamente afectadas por este tiroteo podrían ser migrantes que han venido a Nueva Zelanda, o incluso personas refugiadas en nuestro país. Han elegido hacer de Nueva Zelanda su hogar, y este es su hogar. Ellos son nosotros. La persona que ha perpetrado esta violencia contra nosotros, no lo es. No tiene lugar en Nueva Zelanda”.
Contrastemos los comentarios de la Primera Ministra con las declaraciones de Trump tras la manifestación del supremacismo blanco neonazi en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017, donde la activista antirracista Heather Heyer fue asesinada y muchas otras personas resultaron heridas. Varios días después de la manifestación, Trump afirmó a la prensa: “Hay buenas personas en ambos lados”.
El viernes, la primera ministra de Nueva Zelanda Ardern inmediatamente calificó de “terrorismo” al ataque supremacista y alabó la diversidad que el agresor intentó destruir: “Somos una nación de 200 etnias y 160 idiomas. Abrimos nuestras puertas a los demás y les decimos ‘bienvenidos’. Deseamos que todos los miembros de nuestras comunidades también se sientan seguros. Seguridad implica estar libre del temor a la violencia. Pero también significa estar libre del temor de esos sentimientos de racismo y odio que generan un lugar donde la violencia puede prosperar. Y cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar eso”.
El fin de semana posterior al tiroteo en masa de Christchurch, Trump publicó más de 20 tuits, sin volver a mencionar la masacre. En su lugar, atacó a todos; desde el fallecido senador John McCain a su propia cadena televisiva favorita, Fox News. Trump estaba molesto porque Fox había suspendido a la presentadora Jeanine Pirro, luego de que ella atacara a la congresista de Minnesota Ilhan Omar por usar hiyab. Omar es la primera integrante del Congreso en usar uno.
Khaled Beydoun es el autor del libro “American Islamophobia: Understanding the Roots and Rise of Fear” (Islamofobia estadounidense: cómo comprender las raíces y el aumento del miedo). En una entrevista para Democracy Now!, afirmó: “Este tipo de retórica que vemos de los supremacistas blancos que están en el poder, como el presidente Trump, ya sean frases como ‘el Islam nos odia’ o el uso de palabras disparadoras de alerta como ‘invasión’, esto está envalentonando a terroristas como el de Nueva Zelanda, en Christchurch”.
El profesor Beydoun quería redirigir la atención de los medios, enfocada en el agresor, hacia las víctimas. Comenzó a publicar nombres, fotografías y datos personales de algunas de las víctimas en Twitter. “Eran personas que tenían sus vidas. Eran niños pequeños de tres años, como se mencionó anteriormente, como Mucad Ibrahim. Eran individuos que tenían 72 años de edad, como Sayeed Nabi, quien fue la primera víctima identificada, que estaba de pie en la puerta, y fue quien recibió al terrorista en la mezquita. Así que intenté, en la medida de lo posible, mostrar quiénes eran estas personas, ilustrando historias que muestran que estas personas eran mucho más que simples estadísticas”.
Cuando la primera ministra Ardern salió a consolar a los dolientes, llevaba un hiyab. Y, en solo seis días, lideró el movimiento para cambiar las leyes de armas de fuego de su país. Mientras Nueva Zelanda está en duelo, ella se esfuerza por mantener la atención en las 50 víctimas; en sus nombres, en sus vidas. El martes, en el Parlamento de Nueva Zelanda, manifestó sobre el asesino: “Nunca me escucharán decir su nombre. Salam. La paz sea con ustedes, y la paz sea con todos nosotros”.