Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El mensaje desde Washington llegó fuerte y claro. Los corruptos y quienes se beneficien de los frutos de la corrupción no podrán ir a gozarlos ni invertirlos en Estados Unidos, medida que para algunos es un castigo más duro aunque llevadero en el sentido de que de los 150 sancionados desde enero a la fecha, solo la familia de Blanca Stalling quedó en evidencia por decisión del mismo Departamento de Estado que con ello está avisando a muchos sobre lo que les espera y que ni sus hijos ni sus nietos podrán ir ni siquiera a ver a Mickey Mouse en Orlando, no digamos a graduarse de bachilleres en algún “college” de donde suelen venir presumiendo de licenciados.

Y en el comunicado que tanto ardió a algunos, que la emprendieron contra la prensa nacional que lo difundió, se advierte que es el compromiso claro, ineludible y absoluto de Estados Unidos con esa lucha contra la corrupción que aquí es objeto de siniestros ataques provenientes no sólo de políticos y funcionarios, sino que también de la élite que se sintió agraviada cuando algunos de sus prominentes integrantes salieron a bailar, como tenía que ser, en el tema del financiamiento electoral ilícito que es causa de la captura del Estado y que lo pervirtió hasta aniquilarle la capacidad de cumplir con sus fines esenciales.

Porque promover el bien común es incompatible con la concentración de privilegios para unos cuantos. La igualdad ante la ley es imposible en el reino de una impunidad bien trabajada casi desde los días mismos de la colonia, pero acrecentada y pulida en el siglo pasado en el marco del Conflicto Armado Interno. La salud para todos imposible si está de por medio el negocio de la venta de medicinas y de tratamientos causantes de la muerte de los pacientes. Educación no puede haber si los pactos se hacen con los Jovieles a los que les importa un pepino lo que pase con nuestra niñez y la juventud.

La seguridad seguirá siendo un chiste porque las prisiones son escuelas de posgrado de los criminales y las fuerzas de seguridad son desmanteladas para que se permita el libre trasiego de la droga con la protección de quienes en teoría debieran ser los encargados de combatirlo. Los recursos naturales están a la disposición del mejor postor sin que exista un procedimiento legal decente que asegure el fin de las mordidas. El agua sigue siendo un bien al servicio de intereses privados en perjuicio de los intereses públicos.

La investigación penal dejó de ser efectiva para perseguir al delincuente porque cayó en ese estado catatónico de vigilancia, tal y como conviene a los que tienen la cola machucada, retornando a los viejos tiempos en que el Ministerio Público era puntal y garantía de la impunidad.

Lo importante es comprobar que los que queremos continuar la lucha contra la corrupción no estamos solos ni abandonados porque la comunidad internacional se preocupa. Y hasta Estados Unidos, a cuyo gobierno sobornaron con el traslado de la Embajada de Guatemala en Israel, está en sintonía con los países de la Unión Europea, con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la misma Organización de Naciones Unidas en el tema de la corrupción. Y eso, eso cuenta mucho.

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