Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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rancisco Cáceres Barrios
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Estamos enterados que el Tribunal Supremo Electoral está preocupado porque 2.3 millones de guatemaltecos que contando con su DPI no se han empadronado y resulta más impactante todavía que un millón y medio de jóvenes entre los 18 y 25 años no quieren saber nada de política, elecciones, democracia, Gobierno, Congreso, de magistrados o de jueces por lo que a estas alturas siguen estando afuera del padrón electoral. -¿De qué se extrañan?-. Pregunto yo. Porque no se puede ignorar que la frustración vivida con una falsa democracia desde el año 1985 hasta la fecha no les iba a afectar, cuando desde pequeños escucharon y vivieron con sus antecesores una constante y repetitiva desilusión, provocada porque muchos políticos detrás de otros se han mantenido haciendo lo que les pega la real gana, pasando sobre principios y valores éticos, cívicos y morales, como sobre cualquier disposición legal que exista.

No debe extrañar entonces que también con edades comprendidas entre los 26 y los 35 años existan 450,613 ciudadanos que todavía no se han empadronado. Por ello ya es hora que nos quitemos la venda de los ojos para entender que lo que hoy está ocurriendo es “polvo de aquellos lodos”. Lo que hoy estamos viviendo no es más que la consecuencia de que al Estado se le haya venido viendo como una piñata, a la que hay que sacudir hasta que caiga el último dulce que haya tenido adentro. Y que conste que no somos pocos los que hemos hablado y escrito sobre este mismo tema. Los medios de comunicación tienen archivos repletos de editoriales, artículos y comentarios de todo tipo de personas que hemos venido advirtiendo que la pérdida de valores, de credibilidad y confianza sobradamente ganada a pulso por los politiqueros, iba a llevar más temprano que tarde a la triste y deplorable situación que hoy se encuentra el país.

Así que no solo es cuestión que el Tribunal Supremo Electoral se imponga tareas como las de convencer, facilitar o promocionar la obtención del Documento de Identificación Personal -DPI- o de registrarse en el Padrón Electoral va a lograr subir considerablemente el número de ciudadanos habilitados para ejercer su derecho al voto, porque eso solo se puede lograr a través de un cambio radical del comportamiento de quienes desempeñan funciones públicas, es decir, que quienes tengan bajo su responsabilidad cumplir fielmente sus deberes sean ejemplares en todo el sentido de la palabra.

Por ejemplo, que quienes ejercen actividades en la salud pública deben ser fieles cumplidores de su juramento hipocrático y ejercer su profesión en beneficio de quienes tanto necesitan de sus servicios e igual situación debe apreciarse en los maestros, no digamos en los diputados, en los jueces y magistrados y por lógica consecuencia en el Presidente, Vicepresidente, ministros y demás colaboradores. Creo firmemente entonces, en que el proceso electoral debiera ser parte intrínseca de toda una manera de ser y de comportarse de todos los ciudadanos.

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