Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

La tarea de vivir es, posiblemente, lo que más en común tenemos los humanos.

La vida puede vivirse por inercia, por ocasión o por vocación, pero indefectiblemente, hay que vivirla. Eso en la esfera consciente, porque en lo inconsciente, queda claro que muchas veces la estamos evitando.

La mejor forma de ver la evitación, es poniendo atención a nuestras distracciones, que solo sirven para simular y disimular la vida.

Nos entretenemos demasiado con emociones, que derivan de cosas en las que no habríamos ni siquiera pensado por nuestra cuenta. Son temas que consideramos porque se ponen de moda y se nos inculcan a diario.

De pronto y sin darnos cuenta, nos seducen las vidas ajenas y nos sentimos impulsados a emitir un juicio de cualquier cosa, y con mucha falta de información. Nos entretienen temas justicieros, persecuciones, inquisiciones, guerras y, como poseídos, formamos parte de cualquier linchamiento. No es difícil ver cómo, de manera inconsciente, ponemos al superego y la moralina, al servicio de las bajas pasiones; y hasta en el nombre de Dios mandamos a alguien a la hoguera. Es un poco ver la paja en el ojo ajeno, mientras la propia vida queda pendiente.

Si la vida fuera en esencia, entrar en contacto con uno mismo, por motivos para nada egoístas, sino con la intención de vincularse sinceramente con el mundo; se podría decir que, fácil no es. Quedó claro hace tiempo, que se puede uno distraer con ritos, ideologías y actividades varias y superficiales, para convencer al exterior, y para engañarse a sí mismo.

Voy a traducir esto en preguntas: ¿Por qué hay tanta gente en la cárcel y tantos hogares sin paz?, ¿por qué decimos tantas veces que sí, cuando en realidad quisiéramos decir que no?, ¿por qué nos enfrascamos en magníficos pleitos, en lugar de buscar al menos malos arreglos?, ¿Qué es la vida; un negocio, un trabajo o una pasión?

No se puede renunciar a lo importante. El alma y las potencias dormidas que la habitan, se atiende viviendo. La vida es de alguna forma un destino, no un parque temático. Se comete un error desatendiendo la propia vida, fingiendo cosas elevadas, que terminan muchas veces siendo, cosas del ego.

Quien atiende su vida hace su propio camino y se atreve al reto de caminar solo, sin depender del impacto que logre en el mundo. Si fuera fácil, todos lo estaríamos haciendo.
De no ser así, bienvenidas las desgracias y todo lo impensable que se puede hacer realidad. No verlo venir es un descuido. Pero revolviendo el pasado, concentrados en nuestra imagen y ligándonos de manera inadecuada con las personas y las cosas, no llegamos lejos. Tal vez solo a la envidia, que ni siquiera es desear lo que otro tiene, sino lamentarse por el bien que cosecha.

Si en lugar de pensar en lo que no queremos perdernos, pensáramos de qué queremos salvarnos. Pero nos mueve una mente infantil que cree en cosas que serán fantásticas y no queremos dejar de atestiguarlas y saborearlas. Deberíamos saber de lo que no nos vamos a perder; si de algo valieran la experiencia y el sufrimiento. A menos que se quiera curar la amargura con más amargura.

Los humanos hablamos desde nuestras carencias. Y no es lleno de cosas sino lleno de uno, que no se necesita lo de afuera; eso es la autoestima. Lleno se da, vacío se pide y hasta se arrebata.

Pareciera que ante el dilema de ser o no ser, hay que morir para encontrarse.

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