Una de las circunstancias más terribles de la realidad guatemalteca es la cantidad de nuestros niños que no pueden crecer adecuadamente por la falta de nutrición para alcanzar el pleno desarrollo al que tienen derecho y por ello es que atender ese importante problema debiera ser una de las grandes prioridades de Estado, sin que importe quién ejerza las funciones de gobierno, porque no hay posibilidad de aspirar a un desarrollo sostenible si la mitad de nuestra población está condenada a sufrir rezagos tremendos por lo que dejó de crecer en sus primeros años de vida.

La desnutrición es un freno para el desarrollo del país y aunque fuera por puro egoísmo la sociedad debiera ponerle atención y exigir que se implementen políticas de Estado para atender a esa niñez desprotegida porque todos hemos de pagar las consecuencias del retraso que nos afectará por no tener una población que pueda ser motor del crecimiento nacional debido a sus limitaciones físicas e intelectuales, producto de la falta de alimentación en los cruciales primeros años de vida y ese retraso no se revierte con el tiempo, ni siquiera si nuestra gente pudiera llegar, tardíamente, a la plena nutrición.

Por ello es que la actitud de los diputados llora sangre y es algo que debiera forzarnos a expulsar del Poder Legislativo a tanto paria que medra en ejercicio de una irreal representación nacional y lo hace con todo el descaro y el cinismo que su miseria moral les permite.

Pese a la presión de sus representados, los diputados se han resistido a aprobar un préstamo que no será la solución al problema pero que ayudaría en mucho a reducir sus efectos. Han usado esa urgencia como un instrumento de chantaje para lograr aprobación de leyes que no son de interés general y que persiguen beneficios para algunos que ya están condenados por la comisión de delitos graves. En otras palabras, tratan de usar como moneda de cambio ese drama de nuestra niñez que es un ancla que impide avanzar hacia el pleno desarrollo nacional.

Mientras no aseguremos a nuestra niñez la oportunidad de crecer adecuadamente estamos condenando al país, lo cual no sorprende si vemos que la sociedad ha dispuesto vivir de las remesas que envían los más pobres que emigran a Estados Unidos en tal cantidad que casi equivale a todo el monto de las exportaciones del país, lo que significa que sin ese aporte el drama de la desnutrición sería muchísimo más grave por la indiferencia generalizada de una sociedad que ya ni se inmuta.

Redacción La Hora

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