Amy Goodman y Denis Moynihan
Hace cuatrocientos años, en agosto de 1619, el barco esclavista White Lion atracó en el río James, en Virginia, y depositó su carga humana: los primeros esclavos africanos llevados a lo que se convertiría en Estados Unidos. Cuatro siglos más tarde, en el primer día del Mes de la Historia de los Negros, el gobernador de Virginia, Ralph Northam, un hombre blanco, tuvo que aclarar si se había pintado la cara de negro –una práctica denominada “blackface”– cuando cursaba la carrera de medicina. En la página personal de Northam en el anuario de 1984 de la Facultad de Medicina de Virginia Oriental había una foto con dos personas: un hombre con la cara pintada de negro junto a otro con un atuendo del Ku Klux Klan. Al principio Northam declaró que una de las dos personas de la foto podía llegar a ser él. Al día siguiente, en una conferencia de prensa, negó ser una de las personas de la foto y se pronunció en contra de los pedidos de renuncia al cargo de gobernador.
El siguiente es un fragmento de las declaraciones de Northam, en momentos que se encontraba junto a su esposa: “No soy ninguna de las personas de esa foto […] Pero ese mismo año, participé en un concurso de baile en San Antonio donde oscurecí mi cara como parte de un disfraz de Michael Jackson. Hoy miro hacia atrás y lamento no haber comprendido el significado perjudicial de lo que hacía”.
El gobernador Northam no es el único político que debe afrontar el hecho de haberse pintado la cara de negro en el pasado. El secretario de Estado de Florida, Michael Ertel, renunció el 28 de enero, a solo dos semanas de haber asumido el cargo, cuando se conocieron fotos en las que se lo ve en una fiesta de Halloween de 2005. En una de las fotos, Ertel llevaba la cara pintada de negro y estaba vestido de mujer con una camisa que decía “Víctima de Katrina”. Eso ocurría apenas dos meses después de que dicho huracán de categoría 5 devastara Nueva Orleans y la Costa del Golfo de México y provocara la muerte de miles de personas, la gran mayoría de ellas pobres y de color.
En una entrevista para Democracy Now!, Rhae Lynn Barnes, profesora de la Universidad de Princeton, relató: “Las representaciones teatrales aficionadas con la cara pinta de negro fueron la principal forma de entretenimiento a lo largo de los siglos XIX y XX”. Barnes, autora del libro “Darkology: When the American Dream Wore Blackface” (“Negrología: cuando el sueño americano se pintaba la cara de negro”, en español) que se publicará próximamente, profundizó en el tema y describió el papel de las mujeres en la lucha contra esta práctica en la sociedad estadounidense:
“Todos los días, durante el movimiento por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960, las madres negras luchaban incansablemente para ponerle fin a la práctica de pintarse la cara de negro. Sostenían que era una práctica inaceptable. Trabajaban con la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color y decían: ‘Es necesario prohibir esta práctica en nuestras escuelas y en los espacios de gobierno’. Hubo un gran rechazo a estas madres negras, especialmente de parte de los hombres del movimiento de derechos civiles, que dijeron: ‘Debemos concentrarnos en el derecho al voto. Debemos concentrarnos en evitar los linchamientos’. Estas madres negras dijeron: ‘No, nuestros hijos fueron linchados por estos estereotipos, por estas representaciones grotescas que cosifican a los afroestadounidenses. Este es el meollo de la cuestión, la semilla de la semilla que permite que el racismo prospere en Estados Unidos. Por lo tanto, hay que poner fin a esta práctica’.
Tuvieron éxito y, debido a ese éxito, pintarse la cara de negro se ha vuelto una práctica tan tabú que la mayoría de los estadounidenses no saben cómo ni por qué nos transmitieron estos estereotipos”.
Los pedidos de los demócratas para que Northam renuncie fueron casi unánimes. Surgieron del Partido Demócrata de Virginia, de los exgobernadores demócratas de este estado, de los dos senadores actuales de la mancomunidad y de organizaciones que apoyaron al gobernador durante mucho tiempo, como la Federación de Estados Unidos para la Planificación Familiar, o Planned Parenthood.
La nueva presidenta de esta organización, la Dra. Leana Wen, señaló en una declaración: “El gobernador Northam también es el Dr. Northam. En mi calidad de médica, he pensado mucho qué implica que (Northam) se haya caracterizado así cuando estudiaba medicina y cómo eso se refleja en la atención al paciente que él y sus compañeros podrían ofrecer”.
En el mismo anuario de 1984 de la Facultad de Medicina de Virginia Oriental había al menos otras dos fotos de estudiantes blancos maquillados de negro. La facultad dejó de hacer los anuarios después de la edición de 2013, que incluía tres fotos de estudiantes vestidos como soldados confederados frente a la bandera de guerra confederada. El presidente de esta facultad, el doctor Richard Homan, declaró el martes: “Quiero expresar mis más sinceras disculpas, especialmente, a las comunidades afroestadounidenses”.
Actitudes racistas como las expresadas en estos anuarios podrían contribuir a explicar por qué en Estados Unidos a los pacientes de ascendencia afro se les recetan menos analgésicos que a los pacientes blancos. En un estudio realizado en la Universidad de Virginia en 2016 se informó que un número considerable de estudiantes y residentes de medicina blancos tenían “ideas relacionadas con diferencias biológicas entre negros y blancos, concepción que se remonta a la era de la esclavitud”. En dicho estudio se llegaba a la conclusión de que dichas ideas “se asocian con la percepción de que las personas negras sienten menos dolor que las blancas”.
El miércoles, el Fiscal General de Virginia, el demócrata Mark Herring, admitió que él también se había pintado la cara de negro en una fiesta estudiantil de 1980, en la Universidad de Virginia. Esto sucedió en el mismo campus universitario, ubicado en la misma ciudad de Charlottesville y en el mismo estado donde cientos de supremacistas blancos, miembros del Ku Klux Klan y neonazis marcharon hace menos de dos años, atacaron a las personas que participaban en las contramarchas y mataron a una de ellas.
El legado de la esclavitud en Estados Unidos sigue vivo de innumerables maneras, a menudo trágicas. El racismo, a diferencia del betún que el gobernador Northam usó para pintarse la cara, no se puede lavar tan fácilmente.