Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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La tolerancia de Washington a todo lo que se propuso el Pacto de Corruptos fue un vigoroso viento que hizo avanzar la nave tripulada por la notable coalición de la variedad de pícaros de los diferentes sectores y estratos de nuestra sociedad. La brillante jugada de anunciar el traslado de la Embajada de Guatemala a Jerusalén, más para quedar bien con Trump que con los judíos, pero de todos modos matando dos pájaros de un tiro, produjo resultados que fueron bien aprovechados por aquellos que hacían lobby para convencer a los republicanos que en Guatemala lo que hacía la CICIG era exactamente lo que dicen ellos que Robert Mueller hace en Estados Unidos en contra del presidente Trump, es decir, pura cacería de brujas dirigida por facciones izquierdistas.

Fue tan beneficioso el silencio de Washington que perdieron la dimensión y perspectiva, llegando al colmo de usar los Jeeps J8 para rodear a la CICIG y a la misma Embajada de Estados Unidos, lo que encendió las primeras señales de alerta. Pero cuando se volaron la barda fue al anunciar el fin prematuro del acuerdo con la ONU que dio vida a la CICIG, ello en medio de una negociación en la que se había hasta pactado el nombramiento de una Comisionada Adjunta, ciudadana de EUA, que sustituyera a Iván Velásquez aquí en Guatemala al frente de la Comisión.

Y la guinda del pastel ha sido la desobediencia cínica a las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad, situación que ha colocado al gobierno de Guatemala a la altura del de Maduro y del de Daniel Ortega porque precisamente así empezaron ambos déspotas a destruir el Estado de Derecho en sus países.

Ayer el vocero del Departamento de Estado expresó públicamente la preocupación que genera en Washington la ley de amnistía, presentada como de Reconciliación, que se está promoviendo en el Congreso de Guatemala y que dejaría sin materia ningún proceso por crímenes cometidos durante el Conflicto Armado Interno, no importa la gravedad que los mismos puedan tener. Y de paso, para no dejar lugar a dudas, el mismo vocero reiteró que Estados Unidos apoya con toda claridad la lucha contra la corrupción en Guatemala que ha sido ferozmente atacada por la alianza entre los políticos y sus financistas para que no se siga hablando de los casos que dieron lugar a la cooptación del Estado.

El ridículo ponente de la ley de amnistía dijo ayer que no le preocupaba lo dicho por el Departamento de Estado porque no fue el Secretario de Estado, Mike Pompeo, quien lo dijo y que cuando hable Pompeo entonces le pondrá atención a sus palabras. No sabe o no entiende que el portavoz de una institución cuando emite una declaración no lo hace a título personal sino que está hablando en nombre de la institución y su más alta autoridad. Aparte de lo abyecto que es decir que si lo ordena Pompeo si dejaría de impulsar la ley, es obvio que los corruptos no están midiendo bien la realidad y no entienden que en Washington está empezando a cambiar la dirección del viento.

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