Arlena Cifuentes
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El proceso electoral que se avecina es quizá el más incierto y confuso que hemos vivido los guatemaltecos en las últimas décadas, aún para el electorado “bien informado” no digamos para las grandes mayorías. En una sociedad que ha sido objeto de la influencia y manipulación de las clases que han ostentado el poder político y económico valiéndose para ello de todos los medios a su alcance, entre ellos el establecimiento de un sistema educativo público y privado mediocre, caduco que nunca ha respondido a las circunstancias que viven nuestros pueblos, basado en una historia sesgada dirigida a mantener y prolongar por siempre el subdesarrollo del pueblo, condenando deliberadamente de esta forma a las mayorías a la oscuridad y a la ignorancia que producen el analfabetismo aunado a la desnutrición lo cual científicamente comprobado imposibilita el desarrollo de la razón -el raciocinio- como un derecho natural de todo ser humano contribuye a la generación de una población sumisa, sin el más mínimo derecho tan siquiera a pensar en que puede ser posible superar las condiciones de vida infrahumanas, negándoseles así a sentir la esperanza o la ilusión ausencia que se concreta en una desmotivación e indiferencia completa haciéndoles más vulnerables y presa fácil de los discursos y promesas populistas.

Las clases sociales más favorecidas y los títulos universitarios tampoco hacen una gran diferencia a la hora de elegir nuevas autoridades hay ausencia total de criterios fundamentados en aspectos racionales: programas de trabajo, trayectoria de los candidatos por ejemplo; la simpatía que despierta el candidato también es un factor determinante. La ausencia de cultura política es evidente, sumado a esto la polarización existente incrementada hoy en día por la actual crisis institucional lo que nos coloca frente a un panorama nebuloso en donde la incertidumbre es el elemento que prevalece.

Lo que la actual coyuntura en materia electoral demuestra a la “ciudadanía” es del todo confusa. Por un lado, hay investigaciones pendientes de resolverse en contra de varios candidatos, otros aún no han sido proclamados como es el caso de la señora Thelma Aldana quien aún tiene la posibilidad de negociar su candidatura con algún otro partido dado que el Movimiento Semilla está pendiente aún de ser inscrito. Por otro lado, Sandra Torres de la UNE está siendo objeto de acusaciones por financiamiento electoral ilícito y por último, Zury Ríos quien según el TSE tiene impedimento para participar como candidata a la Presidencia. Tres mujeres presidenciables cuyos nombramientos son inciertos.

El voto del electorado guatemalteco, ha sido por tradición, definido por la emotividad, sin fundamento ni criterio, un voto que se emite al azar basándose en los comentarios de otros igualmente desinformados, en las regalías que se constituyen en un atractivo o en cualquier otro ofrecimiento espurio. Estos elementos son los que pesan al momento de definir el voto; así como, las canciones pegajosas que se difunden para influir en determinados grupos de población. En períodos electorales y con un sistema de partidos políticos de masas, el electorado se ha distinguido siempre por su desconocimiento y desinformación a cerca de los programas de trabajo, quiénes son los candidatos así como quiénes conforman cada equipo de trabajo. Hay que rescatar que la solidaridad de clase funciona como un elemento cohesionador como mecanismo de identificación con un determinado candidato, sobre todo en la derecha. El voto del electorado guatemalteco es en definitiva un voto emotivo, producto de nuestro subdesarrollo.

El Tribunal Supremo Electoral tiene responsabilidad en los acontecimientos que hoy nos limitan a vivir un proceso electoral más transparente. En mi opinión, si se hubiera investigado a todos los partidos políticos tradicionales en igualdad de condiciones, ni uno solo hubiese quedado exento de haber incurrido en la práctica del financiamiento electoral ilícito.

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