Todo lo que se pueda invertir en rubros como Educación y Salud debe ser parte de las políticas de Estado para mejorar en el país, pero desafortunadamente hemos visto que las importantes mejoras salariales que se han obtenido para los servidores públicos, especialmente en la preparación de nuestros niños y jóvenes y la atención a los enfermos y desnutridos, no se traducen en resultados que proyecten un cambio positivo porque el pago de mejores salarios no se traduce en mayor eficiencia y eso es lo que hace cuestionables los pactos colectivos que se han suscrito con criterios de negociación política.

Nadie debiera poder objetar que se incremente la inversión en aquellas acciones de Estado que deben proyectar su beneficio a la población. Maestros mejor pagados hacen falta para mejorar la calidad educativa, pero si el mejor pago no se traduce en mejor servicio, estamos tirando el dinero a la basura. Los indicadores de rendimiento estudiantil en áreas específicas como comprensión de lectura y matemáticas son patéticos y obligan a cuestionar si la negociación colectiva ha derivado también en el aumento del compromiso para realizar ese apostolado que es la formación de nuestras nuevas generaciones.

Si tan sólo viéramos que los hospitales y centros de salud mejoran la atención al enfermo no tendríamos nada que alegar si se hacen mayores inversiones para pagar a personal de salud más capacitado y comprometido con el sentido de su función pública.

Lamentablemente los resultados exactos y precisos no han sido los que se desean porque generalmente los pactos se producen por componendas políticas, cuando no componendas mafiosas, en las que la calidad del desempeño del trabajo no entra en la ecuación. Y eso significa que gastando más no tenemos más calidad de educación ni mejor calidad de los servicios de salud, sino que únicamente se logra tener una base de apoyo político al servicio de quienes lejos de pensar en el país se dedican únicamente al pillaje.

El magisterio, más que ningún otro sector, ha sido históricamente el motor del compromiso social y no por gusto se celebra el día del maestro en la fecha en que fue asesinada una maestra por participar en las luchas contra la dictadura. Por años, fueron los maestros quienes inculcaron en las nuevas generaciones ese sentido de responsabilidad, pero con los nuevos compromisos todo ello se ha perdido.

Hoy vemos un juicio contra los que suscribieron un pacto colectivo que deviene en espurio porque finalmente denigra al trabajador al ponerlo al servicio de la corrupción, negando resultados tangibles en el servicio público.

Redacción La Hora

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