Danilo Santos
Politólogo
desantos.salazar@gmail.com
Los discursos del Presidente del Congreso y el Presidente de la República en la toma de posesión de la nueva Junta Directiva del Legislativo y el tercer informe de gobierno, confirman el bache en el que hemos caído como sociedad y país; desde una unilateral manera de ver el mundo, enmarcados en el pensamiento dominante, deciden qué es lo mejor para la población escudándose en rebuscados asideros “patrióticos”, “liberales” y, “religiosos”.
Sin embargo, los personajes que calzaron tales perogrulladas no son el Estado, no son el pueblo, no representan lo que Guatemala debería ser sino lo que les conviene que sea, es decir, con gobiernos débiles y mansos, cortes complacientes, entes investigadores sesgados y una población adoradora de autoritarismos cuasi divinos.
En cada una de las dos intervenciones se dejó sentir el profundo deseo por poner un alto a cualquier tipo de disidencia sin importar el costo. Reformar la Ley de Reconciliación Nacional es una ofensa autoritaria, una vulgar negación de la historia, una manifestación de desprecio por el dolor y sufrimiento que precisamente provino de un pensamiento como el que ahora descaradamente vociferan e inoculan en la población. No se trata de hacer borrón y cuenta nueva con las atrocidades cometidas y estar listos a repetirlas a falta de consecuencias desde el Estado, ignorar el fratricidio es un camino seguro para repetirlo.
Queda claro que las palancas que tienen son el miedo y el miedo, el miedo a la violencia, el miedo al castigo divino. Queda claro que quieren que esos dos miedos hagan que la población vote por cualquiera, por cualquiera de su redil, y al mejor estilo gatopardista, cambiarlo todo este y los próximos cuatro años para que al final nada cambie.
Hablan de soberanía y se ponen al servicio de los intereses de Israel y el conservadurismo gringo. Hablan de “colonialismo” y son descendientes directos de criollos; nada más surreal y falaz que el hijo del adelantado hablando de colonialismo. Hablan de paz llamando a la guerra. Hablan de patria y nada los une a esta tierra y estos pueblos, nada más que sus ansias de aplastar a través del poder y el miedo, a los que han nacido aquí desde hace siglos. Hablan de seguir nuestro propio camino y cuando proponen la vereda se les nota a leguas que lo único que buscan es parecerse a los que han hecho morir de miedo a la patria que yace bajo la mentira y la exclusión hechas ley.
La estrategia de sembrar ignorancia para cosechar odio, de momento, les está saliendo a la perfección. Pero esto no termina con sus posturas ensayadas y sus discursos bien esculpidos, no, el suplicio que para ustedes significa la disidencia terminará cuando seamos una verdadera patria. No importa cuánto su pequeña y mezquina mente nos acuse de ser de izquierda; tener ideas, cualesquiera que estas sean, no hace criminal a nadie. Ser como ustedes, esbirros al servicio del statu quo, eso sí que es un crimen.