Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

En la coyuntura resulta una irresponsabilidad mayúscula estar a la espera de veintiséis binomios presidenciales, aunque se centre la atención en candidatos y candidatas a la presidencia. Somos el hazmerreír de las Américas; con pocas excepciones, la multitud de partidos políticos, sin consistencia política alguna, presentan su oferta de supermercado. Se explica, porque en Guatemala se tiene al Presidente mejor pagado del continente y, como Jimmy y Jafeth han demostrado, abundan las posibilidades de enriquecimiento acelerado. Por esta razón, me dirijo a las y los candidatos mismos, porque responsablemente debiesen buscar caminos de unidad. Desde luego, el llamamiento es a la responsabilidad del centro-izquierda, porque en las organizaciones de derecha no se distingue vocación de servicio al país y sobresalen representantes de la dictadura de la corrupción.

En el centro-izquierda, que debiese buscar alianzas con los sectores honestos de la derecha democrática, la responsabilidad de las y los candidatos es evitar la dispersión del voto. Lo óptimo sería que se coincidiera en apoyar a un solo binomio, para derrotar todas las maniobras y fraudes de los sectores de poder. Esto requiere humildad y honestidad política. Las y los aspirantes a la presidencia deben reconocer que, de ser mejores, no son, necesariamente, el personaje que el país requiere a partir de 2020. Debe darse un proceso de selección, que personalmente sugiero que sea una pre-elección mediante elecciones primarias. Puede darse también por algún otro proceso, incluido un pacto de élites políticas de centro-izquierda, pero tiene que ser un proceso transparente y de cumplimiento obligatorio. No se valdría participar en él, para terminar algún binomio saliendo por su cuenta. Esa es la honestidad política: el proceso debe darse en un marco de confianza y sus resultados deben ser respetados.

He conocido puntos de vista de candidatos y candidatas de diversas fuerzas progresistas y me preocupan los sesgos triunfalistas o hegemonistas. Durante decenios la izquierda ha padecido del síndrome de “la unidad… pero en torno a mí” y hoy se complica más, porque hasta se pide “alineamiento en torno a mí” sin plantear unidad. Es absurdo, por otro lado, que la dirigencia de una agrupación plantee la unidad con exclusiones (salvo la exclusión de represores, criminales y corruptos), que es una receta segura para el fracaso electoral. Tampoco es tiempo para proponer proyectos sectoriales. No puede ser un planteamiento estrictamente indígena, por más que el setenta por ciento de la población pudiera apoyarlo; campesino, por más que exista una deuda histórica con el campesinado guatemalteco; sindical o de las y los trabajadores, por su constante resistencia al neoliberalismo; ni siquiera estrictamente revolucionario, que reuniría todas las demandas de esos sectores y muchas más. Debemos aprender de las mujeres, que no plantean “su proyecto”, sino que incorporan sus demandas más sentidas a los proyectos globales de transformación. Para ellas, la lucha contra la corrupción y la impunidad es esencial. Candidatas y candidatos, necesitamos hoy su madurez.

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