Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Para finales de febrero se anuncia una reunión del Sumo Pontífice con los responsables de todas las conferencias episcopales del mundo entero para tratar el espinoso tema de los abusos sexuales cometidos por religiosos en contra de fieles, muchísimas veces menores de edad indefensos y víctimas de la supuesta “autoridad moral” de esos miembros de la Iglesia. Y con todo y lo que el Papa Francisco ha hecho en esa materia para abandonar la política de indiferencia y hasta de encubrimiento que fue característica hasta que inició el papado de Benedicto XVI, hay abundantes voces que piden más acción que palabras y ofrecimientos para encarar lo que parece ser una plaga extendida a lo largo y ancho de las diferentes diócesis y que creció, sin duda alguna, por esa actitud de querer enterrar la porquería en vez de limpiarla con determinación y firmeza.

No puede ser fácil la solución de un problema tan extenso y que, sobre todo, se fue acrecentando bajo el amparo de una actitud cómplice de la jerarquía que se excusó en la peregrina tesis de que estaban defendiendo a la Iglesia de los ataques orquestados por sus enemigos. No me cabe duda que la Iglesia tiene abundantes enemigos y que hay gente que pretende verla destruida, pero fue un craso error suponer que cualquier denuncia de abusos sexuales cometidos por curas o religiosos era parte de alguna conspiración y no resultado de una dramática realidad que ameritaba ser investigada y encarada con propiedad.

Donde la jerarquía ha ordenado investigaciones serias para establecer la realidad respecto a los abusos, los resultados han sido terribles e impactantes porque se evidencia un alto nivel de contaminación. Existen aún otros países en los que el tema se sigue manejando con los criterios que prevalecieron hasta principios de este siglo, es decir, de minimizar la importancia de los casos y menospreciar a las víctimas de los atropellos cometidos por quienes tenían la investidura que les deba enorme poder sobre los fieles.

El encuentro del Papa Francisco con los responsables de las conferencias episcopales se topará todavía fuertes resistencias de quienes siguen sosteniendo la teoría de la conspiración para dañar a la Iglesia, mientras que el Papa ha entendido que el daño mayor proviene de quienes han apañado una realidad permitiendo y hasta alentando el crecimiento del fenómeno de los abusos cometidos por sacerdotes o religiosos.

Y es que hablar de soluciones serias y concretas deberá pasar, por fuerza, por el análisis del sacerdocio mismo como se ha concebido y mantenido. La disminución de vocaciones sacerdotales en el mundo actual es un tema importante a considerar porque a causa de ese fenómeno pueden aligerarse los requisitos para la ordenación en algunas diócesis y ello repercute en la calidad del clero, no digamos en su nivel de formación y compromiso.

Sigo pensando que es demasiado pedir que un fenómeno tan extendido y arraigado se termine de la noche a la mañana, y esperar que el Papa pueda dar esa respuesta inmediata. Pero mucho ha hecho enfrentando a una jerarquía encubridora para hacerla despertar y sacudir a la Iglesia en el reconocimiento de la realidad del problema para trabajar, por fin, en su solución.

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