Grecia Aguilera
El jueves 13 de diciembre de 2018, el Excelentísimo Señor Embajador de Suecia Anders Kompass y su distinguida esposa Señora Flaminia Minelli, celebraron en su residencia el Día de Santa Lucía. La casa sueca estaba iluminada de centellantes luces de última tecnología LED “light-emitting diode”, es decir diodos emisores de luz, que combinaban con una decoración de guirnaldas, cirios rojos y árboles navideños, que también estaban colmados de titilantes luces, para recordar que cada 13 de diciembre se debe realizar una esperanzadora ofrenda de luz. Los invitados degustaron panecillos condimentados con azafrán y el ‘Glögg’, bebida navideña caliente que se prepara con vino tinto, clavos de olor, canela en raja, ralladura de naranja, semillas de cardamomo, almendras y pasas. Esta festividad es una de las más importantes de la cultura sueca y sostiene que siempre debe reinar la luz sobre la oscuridad y el calor sobre el frío. Para invocar a la virgen y mártir Santa Lucía se elige a una joven a quien se le honra con el nombre de Lucía que significa ‘portadora de luz’. Y así desfiló en los jardines de la residencia la tradicional procesión, con Lucía al frente, escoltada por damas de honor; niños y jóvenes estrella, además de inquietos duendecillos o elfos que luciendo sus sombreros de copa repartían galletas de jengibre, al mismo tiempo que todos juntos entonaban la canción napolitana “Santa Lucía”, acompañados por el pianista Roberto Pérez Chamalé. Antes de la procesión el Embajador Kompass expresó: “En estos días hace 100 años en Suecia, la lucha por el sufragio universal entró en su fase decisiva. Los bloqueos durante la Primera Guerra Mundial llevaron a duras medidas de racionamiento y fuerte escasez de alimentos básicos. El resultado de esas tensiones fue una revolución en el sentido que llegaron cambios fundamentales al sistema político del país a través de una decisión parlamentaria en diciembre de 1918. El viejo orden donde la influencia política dependía de privilegios y recursos materiales, se sustituyó por el principio democrático de una voz y un voto para cada hombre y para cada mujer. De esa revolución surgió la abierta y moderna sociedad de bienestar social que hoy damos por hecho, definida por la idea de igualdad. Si los suecos que vivían hace 100 años fuesen teletransportados de pronto a la Suecia de hoy estarían desde luego completamente maravillados, no sólo de la prosperidad económica y todo tipo de innovación tecnológica, sino sobre todo, de la informalidad de las relaciones personales en comparación a lo que antes eran barreras insuperables. Es cierto que las estructuras de la vieja sociedad son resistentes, y nos queda mucho por hacer. Sin embargo, la cotidianidad en Suecia se ha transformado hasta un punto que los suecos de esa época jamás se hubieran podido imaginar, a no ser quizá, en un mundo utópico. La situación podría haber tomado otro rumbo, pero el cambio tuvo lugar de forma ordenada y pacífica, en gran parte gracias a la capacidad de sus protagonistas de entrar en razones: un movimiento obrero impulsor que no llegó a los límites de la violencia; un trabajo de la opinión liberal decidida; mujeres valientes que con firme determinación exigieron sus derechos civiles y un sector empresarial que se dio cuenta de que los conflictos y el caos eran algo nefasto para los negocios, y un poder tradicional que al final aceptó un cambio inevitable… Las palabras del presidente estadounidense Woodrow Wilson quedaron inmortalizadas en el informe de la comisión parlamentaria sueca que sirvió de base a la decisión sobre el sufragio universal el 17 de diciembre de 1918: ‘Tenemos que lograr un mundo seguro para la democracia.’ Así una nueva época inició y Suecia se hizo Suecia”.