Francisco Cáceres Barrios
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Lo escribí un día de estos. No me acuerdo cuándo, ni cuántas veces lo he dicho, pero tenemos un gobernante que si bien alcanzó el poder sin tener siquiera la más mínima idea de contar con un programa de gobierno, desperdició la oportunidad de poderse rodear o asesorarse de personas capaces, con buenas intenciones y deseos por engrandecer a nuestro país. Prefirió hacerse acompañar de gente que, lo que menos tienen es interés por el progreso de nuestra linda Guatemala. Llegaron a ocupar puestos públicos con el único propósito de satisfacer su enorme apetito de poder, de lograr riquezas y privilegios del Estado, los que de otra manera jamás los pudieran haber obtenido con un trabajo intenso y honrado.
Por lo visto y oído esta semana, nuestras autoridades siguen lamiéndose la herida. Su resentimiento no hay modo que se reduzca y es tan profundo, que a cada paso que dan les brota por todos lados, aprovechando cualquier oportunidad que se les presente para hacerlo brotar con discursitos populistas, que más parecen alegatos de cantina que de planteamientos a la ciudadanía de carácter constructivo para lograr la paz y la armonía que tanto necesitamos los que no dependemos de un cargo público y que por ello debemos fajarnos todos los días y así poder ganarnos los centavos.
Al pueblo le siguen importando muy poco los asuntos personales del Presidente y sus colaboradores, lo que a todos nos interesa es cómo poder vivir en un país en que, en lugar de podernos movilizar todos los días de la manera más rápida, cómoda y segura posible, encontramos obstáculos por todas partes que nos obligan a perder, antes valiosos minutos y ahora horas, para poder ir de la zona diez para la uno y no digamos de la nueve para la veintiuno o llegar en menos de lo que canta un gallo de la capital a Chimaltenango.
Algo todavía más importante, que si ya se le olvidó al Presidente y a sus colaboradores, bien vale la pena recordárselos, es la seguridad ciudadana. ¿Qué nos importa a los chapines quién o quiénes están aspirando a ser presidentes, alcaldes o diputados, si no podemos ir ni siquiera a la tienda de la esquina sin el temor de ser asaltados por malandrines que a toda hora del día desvalijan a los vecinos? Pero está visto que el Presidente solo tiene entre ceja y ceja a la CICIG para que no cumpla el deber de combatir la corrupción y la impunidad y para ello, sin respetar siquiera las más elementales normas de educación y buenos modales, no digamos los convenios internacionales, le preocupa más cómo desarmarla para que no pueda cumplir sus objetivos y a su Ministro de Gobernación, cómo le hace para desorganizar todavía más a las fuerzas policiales, para que de esa manera puedan seguir siendo incapaces de combatir eficazmente la cuantiosa cantidad de hechos criminales que ocurren a toda hora.