Adolfo Mazariegos
Hacia el final de cada año, entre la alegría y los deseos personales de las cosas que planeamos y esperamos realizar cuando el año nuevo empiece, siempre es bueno detenernos un momento con el fin de reflexionar acerca de las cosas que hemos podido llevar a cabo durante el año que concluye, las cosas que pudimos haber hecho mejor, los logros que hemos podido alcanzar, y los sueños que probablemente hemos visto convertirse paulatinamente y con esfuerzo en realidad. Y en ese sentido, no está de más también tomarnos un momento, aunque sea breve, para agradecer por todo aquello que hayamos tenido en nuestra vida durante el año que se va, por las alegrías y las metas alcanzadas, por la familia y los amigos, por el trabajo y el pan en nuestra mesa, por la vida y por tantas cosas que quizá hayan contribuido a hacer de nuestro día a día un poco mejor. El tiempo sigue su marcha inexorable, sin duda, pero ojalá nos permita en esta ocasión mantener encendida la vela de la esperanza por un futuro más promisorio y más justo para todos en Guatemala y en el mundo entero. Probablemente sea cierto el dicho popular mediante el cual se suele expresar que cada momento es irrepetible, que los minutos vividos no vuelven, y que como decía un famoso filósofo de Éfeso 400 o 500 años antes de nuestra Era “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Por ello, y por muchas razones que probablemente sería extenso enumerar en las líneas de este sencillo texto, no quisiera dejar pasar la oportunidad, antes de que termine el año, de expresar mi profundo agradecimiento a usted por su tiempo y gentileza dispensados cada semana, brindándome su amable lectura para este espacio que desde hace varios años, ininterrumpidamente, Diario La Hora ha tenido a bien poner a mi disposición para estar en contacto con usted, expresando comentarios y opiniones varias sobre temas diversos de la vida cotidiana de Guatemala y el mundo. No está de más, asimismo, detenernos a pensar por un momento en aquellos que quizá padecen pena y zozobra, en quienes no pudieron culminar una meta añorada, en quienes no pudieron llevar comida a su mesa o en quienes quizá vieron partir para siempre algún ser querido que ya se les ha adelantado… El fin de año, indiscutiblemente, es una buena época para compartir, para hacer planes y para visualizar objetivos, pero también para no olvidar que todos podemos, de alguna manera, poner un granito de arena para que el objetivo de alcanzar un mejor país sea posible, un país en donde las condiciones de vida sean más justas, más solidarias y más esperanzadoras para las generaciones que vienen siguiendo nuestros pasos… Mis mejores deseos de bienestar, paz y prosperidad para todos, y que el próximo año traiga todas aquellas cosas buenas que 2018 ya no pudo traer por falta de tiempo. ¡Felices fiestas de fin de año, y un venturoso 2019!