Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

Pasar una tarde recorriendo el Centro Histórico de Quetzaltenango basta para entender la importancia y desarrollo que llevaron a la ciudad de Xelajú a convertirse en la capital del denominado Estado de los Altos o el sexto Estado de la Federación centroamericana. Edificios imponentes de finales del siglo XIX e inicios del XX reflejan la visión y capacidad de los habitantes y autoridades de la ciudad de aquel entonces que convocaron a arquitectos y artistas famosos de la época, los cuales plasmaron en sus edificios la importancia de la plaza. El teatro municipal, el templo de Minerva, la Casa de la Cultura, el edificio del INVO, el Palacio Municipal, el Pasaje Enríquez, la Casa Aparicio y otra serie de edificaciones de antaño conviven hoy con una pujante economía basada en el comercio, la agricultura y en una educación superior universitaria con una amplia oferta de formación que actúa como polo de atracción para el sur occidente del país y que convoca a los jóvenes de los departamentos vecinos que buscan superarse.

Las estrechas calles de la ciudad que discurren de manera irregular, según la topografía permitió su trazado, cuentan historias de carretas y caballos para cuyo paso se empedraron sus vías y que se ensancharon paulatinamente mientras la ciudad crecía y se extendía por un valle que se terminó llenando de casas y lotificaciones el rededor del Cerro del Baúl, punto de vista inmejorable para contemplar no solo el valle de la ciudad, si no el también famoso valle de Olintepeque, en el que según la leyenda, Tecún Umán y sus quichés enfrentaron a Tonatiuh (Pedro de Alvarado) y sus conquistadores españoles.

Quetzaltenango es también la cuna de una sociedad indígena pujante, organizada y preparada, con educación superior que se ha convertido en ejemplo a imitar por otros pueblos y es el lugar de nacimiento de poetas, músicos, científicos y profesores que llenan de orgullo no solo a su tierra sino a toda Guatemala.

Lamentablemente Xela es hoy también caos y desorden, la basura se amontona en las esquinas de sus calles mientras sigue sin solucionarse un conflicto con pobladores que viven en las cercanías del relleno sanitario; el comercio informal llena aceras y parques sin que nadie lo organice o le ponga freno; las antiguas calles empedradas del Centro Histórico son hoy más transitables que aquellas más modernas que sometidas a un abandono considerable languidecen en medio de baches y en un desorden generalizado en donde la ley del más vivo o del más fuerte confieren la vía. Un plan de ordenamiento territorial más romántico que efectivo está llevando a los vecinos municipios de La Esperanza, Almolonga y otros cercanos el desarrollo y la infraestructura que la ciudad no permite que crezca en su interior.

Quetzaltenango es sin duda una gran ciudad, tiene un enorme potencial de desarrollo pero también un enorme riesgo de convertirse en un caos urbano, los quetzaltecos no pueden dejar de lado tanta historia, tanta cultura y tanta educación sin aplicarla a vivir en una mejor ciudad que haga honor a su pasado y le devuelva su antiguo esplendor.

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