Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

Dedicatoria: Al compañero Juan Ramón Ruiz, quien migró a la Vía Láctea.

El mundo se pobló porque los seres humanos migraron, dando origen a culturas, etnias y cosmovisiones diversas. Hubo una época en la que la circulación por caminos, ríos y mares fue libre, y los viajantes no fueron considerados terroristas, sino portadores de saberes y sentires diversos, que enriquecían a comunidades campesinas, cuyo apego a la tierra los aislaba de los pocos centros civilizatorios que entonces existían.

Después vino una época aciaga, en la que monarcas, generales, usureros y Papas decidieron que el mundo ya no era ancho y ajeno, pues sus dominios se extendían hasta donde se ponía el sol, y el horizonte tuvo amos y señores de horca y cuchillo, quienes satanizaron a los migrantes, acusándoles de portar enfermedades, demonios y malas artes, para que la población local los aborreciera y persiguiera.

Así surgieron sociedades que, sin saber por qué, abominan a los extranjeros, sin más razón que ser diferentes y ajenos, sin entender que todos descendemos de un ancestro, hombre o mujer, que decidió migrar a la que ahora consideramos nuestra tierra.

Las guerras, la pobreza, el hambre, los desastres sociales por el cambio climático, y las comunicaciones han provocado la mayor ola de migración de la humanidad, llegando a 258 millones de seres humanos en 2018, que emigran en busca de un mejor futuro, según datos de la ONU. En su travesía son víctimas del odio, del sufrimiento y de la violencia criminal y estatal.

Por lo anterior, es de celebrar que, el lunes 10 de diciembre, el denominado Pacto Global por una Migración Segura, Ordenada y Regular fue adoptado formalmente en Marrakech, por la Conferencia Intergubernamental de la ONU, gracias al consenso de 165 países de los 193 que la integran. Insuficiente en muchos aspectos, es un buen punto de partida para alcanzar un compromiso vinculante en un futuro próximo.

El texto contiene 23 objetivos programáticos y voluntarios para los Estados suscriptores, los cuales no comprometen su soberanía. A pesar de ello, Estados Unidos se opuso al Pacto desde un principio, y ejerció fuertes presiones para que ciertos países no asistieran. Solamente una decena de países, regidos por gobiernos de extrema derecha, expresaron abiertamente su oposición al Pacto: Austria, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Australia y Chile.

El Gobierno de Guatemala, para no perder su afán de hacer el ridículo, suscribió el Pacto, pero estableció una cláusula de reserva, “por la soberanía” dijo. Así rompió el compromiso con México, Honduras y El Salvador, de suscribir un acuerdo migratorio en Marrakech, al tenor del Pacto, para darle un tratamiento no represivo a la migración mesoamericana.

En ese contexto, UNICEF dio a conocer una encuesta realizada recientemente entre unos cuatro mil niños y jóvenes migrantes, que arrojó datos alarmantes. El 57% se han visto obligados a dejar sus países de origen debido al conflicto o la violencia; el 44% lo hicieron solos; el 58% perdieron uno o más años de escolaridad; el 49% no recibió atención médica cuando les fue necesario; y el 38% no ha recibido ayuda de nadie.

En Guatemala, los migrantes siguen sin apoyo estatal y no se les permite ni votar, a pesar de que con sus remesas sostienen la economía nacional, remitiendo Q60 mil 130 millones en 2017, equivalente al 11% del PIB. Como sostiene UNICEF: “La migración es inevitable, la discriminación no”.

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