Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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No soy aficionado a la televisión, pero el sábado uno de diciembre por la tarde me puse a buscar qué de bueno podría ver por la misma, aun sabiendo que hay muy poco, felizmente encontré la transmisión en directo desde el Zócalo del D. F. de la Ciudad de México, a pocos minutos de empezar el discurso del nuevo Presidente Andrés Manuel López Obrador. No sé cuánto tiempo pasó, pero embebido escuché su discurso de toma de posesión hasta el final, reflejando a un político que se las sabe todas, que se tomó el suficiente tiempo y la acuciosidad necesaria para lograr extractar del mexicano lo que lo tiene hasta la coronilla y que por ello logró ganar las elecciones con la ventaja necesaria. ¿Qué si va a cumplir sus promesas, plan de trabajo y el cúmulo de ofrecimientos bien concretos y explicados? No lo sé. No tengo la suficiente preparación y conocimiento sobre la política de ese país, pero de una cosa estoy bien seguro, que logró arrancar cientos de sonoros aplausos de más de 55 mil asistentes y de muchos millones más de televidentes que lo estábamos escuchando.

Conociendo a mis paisanos, comprendo bien que algunos podrán estarme calificando entre los caídos del tapanco por creer en cantos de sirena, pero aclaro que no es que crea a pié juntillas en su cumplimiento, sino que es un político que al hacerlo está convencido que eso es lo que quiere el pueblo, desde luchar juntos a brazo partido para combatir la corrupción y la impunidad, que también trae de cabeza a los mexicanos y que, a pesar de lo que se dicen en otras partes, en Guatemala por ejemplo, el nuevo Presidente mexicano se hará asesorar también de expertos de la ONU. Pero, a lo anterior hay que sumar que va a proponer modificar la Constitución de su país para que se deje sin efecto la inmunidad de que disfruta también el primer mandatario. ¿No es un buen principio? Como también lo es, que dentro de dos años y medio va a realizar una consulta popular para que revisen sus ejecutorias y si no fueren satisfactorias, entonces renunciará al cargo. El que quiera oír que oiga.

¿No les parece que es una excelente idea eliminar que los diputados se pongan a ejecutar obras en los lugares en donde fueron electos? ¿No es estupendo proyecto el bajar los sueldos de los funcionarios de arriba, incluyéndose él mismo, para poder mejorar a los de abajo; a los ocho mil empleados dedicados a la seguridad del Presidente trasladarlos a otros menesteres; eliminar definitivamente los fideicomisos; reducir en 50 por ciento de la propaganda gubernamental; dejar de vivir en Los Pinos y convertirla en espacio cultural abierto; dejar de utilizar aviones privados para los encopetados e incluso vender el costosísimo avión presidencial. Por esto y tantas cosas más le digo a nuestros políticos respetuosamente: el que quiera oír que oiga.

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