Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Hoy que se celebra en nuestro país el Día del Periodista conviene reflexionar sobre el sentido de ese oficio tan hermoso como peligroso en la medida en que se desempeña con honestidad y se ejercita la libertad con apego a la verdad, sin inventos para dañar a alguien pero tampoco para encubrir a nadie. Esta mañana nuestra muy querida compañera de labores, Mariela Castañón, nos envió a todos los periodistas de La Hora el siguiente texto de un libro titulado País de Muertos: “Ture Svanberg solía decir que hay dos tipos de escritores: Uno el que cava la tierra en busca de la verdad. Está abajo en el hoyo echando tierra hacia arriba. Pero encima de él hay otro devolviendo la tierra abajo. Él también es periodista. Entre ambos siempre hay un duelo. La lucha del cuarto poder del Estado por el dominio que nunca acaba. Tienes periodistas que quieren contar y descubrir. Tienes otros que ejecutan los recados del poder y contribuyen a ocultar lo que realmente está ocurriendo. Los hombres del poder siempre tienen empresas de limpieza y funerarias simbólicas. Hay cantidad de periodistas que no dudarían en vender sus almas por ejecutar sus recados. Volver a tapar la tierra. Enterrar escándalos. Elevar las apariencias a verdades, garantizar la ilusión de la sociedad limpia”.

Siempre me han disgustado las publicaciones difamatorias que se hacen con base en chismes y rumores sin el menor interés por la verdad y aunque son generalmente publicaciones que lee y hasta devora el público con enorme interés, constituyen una vergüenza para el ejercicio del periodismo. Y lo mismo pasa con ese otro periodismo vendido a los poderes económicos que se encarga de encubrir la verdad para ocultar los vicios que les caracterizan. Aquí le decimos fafa, pero la verdad es que, como el que también llamamos financiamiento electoral, son verdaderos y asquerosos sobornos disfrazados de “gestos cívicos” o pauta publicitaria.

Porque hay quienes al pautar no quieren comprar únicamente el espacio de publicidad sino comprar, para siempre y de manera absoluta, la conciencia del medio y Dios lo guarde si no entiende el sentido de ese tipo de acuerdo. El fenómeno no es nuevo aunque, desde luego, se exacerba cuando el sector más poderoso se ve envuelto en escándalos de corrupción y sus trapos sucios se ventilan públicamente. No les gusta que se publique, por ejemplo, que el uso del alcohol es dañino y que mata, pero que se publique el nombre del dueño de la empresa que lo produce asociado a la corrupción es algo que pasa de castaño a oscuro. Y en estos tiempos especiales que vivimos en Guatemala, donde se destapó la más asquerosa corrupción y hay enormes empeños para sepultarla nuevamente, tirando toda la tierra al hoyo del que se sacaron las pruebas y evidencias de cuán podrido es el país. En otras palabras, son muchos los que están paleando para sepultar no sólo a la Prensa seria y objetiva, sino también a la CICIG que armó todo el cotarro.

No es el primero ni será el último esfuerzo por acallar a la Prensa, pero siempre y en todo lugar, esos afanes han fracasado aunque temporalmente amordacen la verdad.

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