Raúl Molina
Miembros del Congreso intentan establecer por ley el Día Nacional de la Oración, haciendo que el Estado laico interfiera en asuntos religiosos. Las razones son obvias: las y los diputados corruptos quieren congraciarse con los católicos y protestantes para conseguir sus votos en 2019. Como dice muy bien Mario Antonio Sandoval: para quienes tienen fe, “todos deben ser días de la oración”. De hecho, los católicos celebran todas las semanas el día domingo, mientras que los protestantes lo hacen el día sábado. Ya en este punto la iniciativa de ley sembrará nuevos divisionismos: ¿Será el día nacional un sábado o un domingo? Porque si es entre semana y se propone día feriado, protestarán los adoradores de los “vellocinos de oro”. Si las y los diputados investigaran un poco más, conocerían que todos los musulmanes oran cinco veces al día, al igual que algunos católicos y protestantes suelen orar varias veces al día. Hay en el país un segmento importante de la población, sea ateo o no, que no ve con buenos ojos la propuesta, porque considera que la relación de la persona humana con lo espiritual no debe ser determinada por el Estado. En el artículo arriba mencionado se indica que “el Ejército, institución laica de un país laico, tendrá entre sus labores enviar un mensaje subliminal de castigo para quienes con ciega locura, como dice el himno, osen no rezar en público”. Se sacaría al Ejército a la calle, como que si se tratara de un estado de sitio o de calamidad pública. Se ve que los legisladores sospechan que su propuesta, de ser aprobada, va a provocar conflictos.
Hay varias razones para que la iniciativa surja en este, el peor Congreso en la historia postconflicto armado. En primer lugar, los conservadores más oscurantistas de Estados Unidos, aunque critican que los Estados Musulmanes no hagan separación entre Estado e Iglesia, vienen insistiendo en obligar a todos los estudiantes de primaria y secundaria a que comiencen las clases diarias con una oración. De manera autoritaria tratan de encasillar en “su cristianismo” a cualquier creencia o falta de ella. Hasta ahora, la Corte Suprema de Justicia lo ha impedido. Decretar un “Día Nacional de la Oración” les debería garantizar a los legisladores de Guatemala, piensan, la acogida favorable de las sectas fundamentalistas (y sus fondos). Más importante en nuestro caso es que, pese al cada vez mayor desprestigio que tiene esta legislatura, más que en cualquier otra época, muchos de sus integrantes sueñan con ser reelectos. Se ilusionan con ser vistos como “buenos cristianos” por el hecho de propiciar un día para orar. Como cristianos (si es que lo fueran) ignoran que la mentira, el engaño, el fraude y el robo no son las características que se esperan de ellos. Tipifican lo más tétrico de la vida del país y han corrompido las instituciones políticas; son parte de la “Dictadura de la Corrupción” y se han burlado de las leyes y las buenas costumbres. Independientemente de si aprueban la iniciativa de ley, estos “sepulcros blanqueados”, con la muerte propia y del Estado por dentro, no deben recibir ni un solo voto para ningún cargo.