Mario Alberto Carrera
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El Artículo 35 dice que en el país llamado Guatekafka, “es libre la emisión del pensamiento por cualesquiera medios de difusión”. ¡Falso de toda falsedad! Falacia grosera y cínica porque aquí estamos aún en un compartimiento estanco de la Edad Media que, en España y sus colonias, disfrutó de plenos poderes hasta 1808 y, en Guatekafka, hasta 2018, era del mayor corrupto de la nación, alias Black Pitahaya. No se deje engañar, pues, cuando le digan que ya tenemos una naciente democracia. Aquí no hay ¡tan siquiera balbuceos!, de lo que puede ser una verdadera inclusión popular, en la gestión y ruta del país más atrasado del Continente después de Haití: el nuestro.
Y atrasado y retrasado mental ¡en todo!, en especial en lo que se refiere a la cacaraqueada -por la oligarquía burguesa y terrateniente, cuando le conviene a sus fines aviesos- “libre emisión del pensamiento por cualesquiera medios de difusión”.
Cuando en toda clase de simposios, congresos y asimismo en convenciones internacionales he sostenido que en Guatemala no hay libertad de Prensa ni menos, libre emisión del pensamiento, me han caído encima y me han llamado de todo. Desde pesimista anti sistema, hasta amargado profesional que vive en solitario porque no hay ninguna que lo aguante. Tal vez.
¡Pero llevo razón! Hoy La Hora (este periódico, tan antiguo y paradigmático en su vocación indiscutible, tan gloriosamente pretérito y profesional como su fundador Clemente Marroquín Rojas, con quien tuve la honra de laborar) sufre un desgarrón en su dignidad, por los que lo persiguen –inquisidores injuriosos- para silenciarlo, mediante un ¿acuerdo? del “honorable” Congreso de la República, a través del que los avisos notariales –de hoy en adelante- no será necesario darlos a la estampa en un medio escrito. Bastará con publicarlos en Internet. De milagro los cultos diputados no decidieron que se pusieran simplemente en Face Book. La Hora, por X o Y razón es la predilecta en nuestro medio para sacar esa suerte de notitas públicas (que también se dio en llamar “edictos”) y ahora ya no contará con ellos, por la desviada y perversa decisión del Parlamento.
El fin: silenciar a La Hora. Amordazarla para acallar a nuestro querido amigo -admirado por ser uno de los mejores periodistas del país: Oscar Clemente Marroquín Godoy, presidente de este medio- y, asimismo, a su hijo Pedro Pablo Marroquín, columnista brillante, y al valiente cuerpo de redactores que construyen este medio.
La razón: rastreramente política. Se ha divulgado que Oscar Clemente formará binomio presidencial con la temida exfiscal Thelma Aldana y que, juntos, estructurarán el mejor ejército fiscalizador para enrostrar a las huestes que podridamente forman el Pacto de Corruptos, sus achichincles y a la oligarquía medieval. Y con la posibilidad, además, de que durante el acaso virtual gobierno de Aldana-Marroquín, se consolide nuevamente la CICIG en Guatemala, encabezada ¡cómo no!, por Iván Velásquez. Todo lo que acabo de decir, representa la pesadilla más inenarrable –por sus consecuencias- para el crimen organizado tanto de La Cañada como de la Limonada.
Por este y en este caso de La Hora, vemos de bulto que no hay ¡ni nunca ha habido de verdad en Guatekafka!, “libre emisión del pensamiento por cualesquiera medios de difusión” y que, repito, el 35, fundamental ¡cardinal!, para la democracia, es el más vejado, acaso, de todos.