La condena al exdirector del Sistema Penitenciario, Edgar Josué Gustavo Camargo Liere, y a otras seis personas vinculadas al caso abierto por los negocios en las cárceles obliga a preguntar si algo ha cambiado en ese tenebroso sistema desde que se produjeron las capturas y las sindicaciones luego de la investigación que se hizo al reo Byron Lima Oliva, quien llegó a ejercer tanto control que era él quien nombraba a las autoridades de presidios.

No es un secreto que nuestras cárceles lejos de ser centros de rehabilitación son escuelas para perfeccionar el crimen y que todo el modelo está diseñado para permitir que los detenidos o reos bañen en dinero a las autoridades mediante la compra de beneficios especiales que tienen una alta cotización dado el pésimo estado de todos los centros de detención. Y mediante sobornos, los que dirigen el sistema se embolsan millonarias sumas provenientes del crimen y que los delincuentes detenidos pueden seguir adquiriendo porque desde allí es donde dirigen a sus aparatos criminales.

Eso lo ha sabido todo el mundo siempre, pero no era un tema importante que ocupara espacio en los medios porque los reclusos eran, entonces, integrantes del llamado lumpen social y, por lo tanto, lo que les ocurriera no era de interés de la opinión pública en general. Se ha puesto más conciencia sobre la realidad que se vive en las penitenciarías, que dejaron de llamarse así porque más que centros para el castigo debieran ser de rehabilitación, luego de que varios personajes de alta posición social o política empezaron a caer en ese esfuerzo que se ve cada vez más truncado de luchar contra la impunidad en Guatemala.

El cambio que eso generó fue nada más el surgimiento de prisiones para personajes importantes conocidos como VIP, donde también se transa de todo y se tienen que comprar los privilegios que dan cierta comodidad y confort a los reclusos. Pero las mañas, esa forma de usar todo el sistema de presidios para beneficios personales y permitir que el crimen campee adentro de las prisiones, eso sigue intacto porque conviene, y mucho, a las altas autoridades que se pueden hacer de unos milloncitos adicionales sacando raja a las debilidades de nuestro sistema.

Camargo no fue el que inventó la corrupción en presidios y no terminó con él tampoco. Ni siquiera Lima, que llegó a ser posiblemente el reo con mayor poder en la historia, fue el creador del modelo, ese que sigue intacto porque los centros de detención del país son centros generadores de negocio.

Redacción La Hora

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