Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

post author

Juan Antonio Mazariegos G.

En Estados Unidos, dos años después de cada elección presidencial, se llevan a cabo las denominadas elecciones legislativas, de mitad de periodo o también popularmente conocidas como el Supermartes, en donde se pone en juego y se elige, a un tercio de la Cámara Alta o Senado y la totalidad del Congreso o Cámara Baja. Esta elección que sirve de una especie de referéndum para la aprobación o rechazo de los primeros dos años del Presidente en turno, enfrenta en un sistema bipartidista, conformado por demócratas y republicanos, (interesantemente asumido como únicas opciones por los votantes y amparado por las formidables maquinarias electorales de ambos partidos), en una contienda que acapara la atención de esa nación y de todos aquellos países que permanecen girando en la órbita de influencia de EE. UU., como es el caso de Guatemala.

Los partidos, la historia y la Prensa han puesto colores que identifican a cada uno, azul para los demócratas y rojo para los republicanos, de esa cuenta estamos familiarizados con los colores azul y rojo que mientras avanzan los cómputos de los votos que cada uno obtiene, van tiñendo de uno u otro color el mapa de esa nación americana y resaltando la victoria del ganador. Para las elecciones legislativas que se llevaron a cabo el pasado martes, la prensa hablaba de la ola azul demócrata que terminaría por ahogar al presidente Trump, arrebatando ambas Cámaras a los republicanos y convirtiendo en un castigo y rechazo el voto que llevaría a los demócratas a la victoria.

La historia no fue así, la ola azul no se produjo y los demócratas únicamente ganaron la mayoría de la Cámara Baja, conservando los republicanos la mayoría en el Senado, resultando un no tan amplio castigo, como cuando por ejemplo lo comparamos con los resultados de las elecciones legislativas de 2016, en las que, el Partido Demócrata del entonces presidente Obama, perdió estrepitosamente las elecciones y los republicanos ganaron el control de ambas Cámaras.

Al final parece ser que los votantes de EE. UU. no desentonan en su totalidad del mensaje o tipo de gobierno que promueve Trump y que quizás, toda la polarización que este desata o que le dedican está obstruyendo la visión de que efectivamente existe otra corriente de votantes que simplemente quiere ver hacia dentro de EE. UU., hacia sus propios intereses y no a lo que puede interesar o convenir al resto del mundo. Las elecciones concluyeron en un empate que a juzgar por otros resultados del pasado no fue un castigo tan drástico como el que se esperaba. El control inter órganos en cualquier gobierno es sano y sin duda en eso se puede ver beneficiado EE. UU. por el resultado, que suceda en cuanto a nosotros los satélites solo el tiempo lo dirá, creo que hay demasiada polarización en ese país y demorará en asentarse el polvo, pues el agua de la ola azul finalmente no llegó.

Artículo anteriorLibérese del viejo conservador que lleva dentro
Artículo siguienteGuatemala se salva por el promedio