La existencia de varias caravanas de migrantes ha desatado una ola de reacciones desde las del Gobierno de los Estados Unidos que acusa a los demócratas y a la Fundación Soros de ser los orquestadores de las mismas, hasta las de nuestros gobiernos que de manera sumisa han tratado de reprimir a quienes intentan emigrar, como en el pasado lo hicieron millones desde diversos lugares del mundo, en busca de una oportunidad para vivir mejor. Si alguien organiza con intereses políticos una movilización de ese calibre tiene que buscar un resultado que le sea positivo, pero al día de hoy los únicos que le han sacado provecho electoral a la caravana son los republicanos que la convirtieron en su tema de campaña para las elecciones del martes que ahora giran únicamente alrededor del tema de la migración.

Si algo es ingrato, sin embargo, es satanizar al migrante pintándolo como un pandillero, criminal, asesino, narcotraficante y encubridor de terroristas, como lo repite una y otra vez el Presidente de los Estados Unidos. La diferencia entre esta caravana y la de naves completas que atravesaron el Atlántico con gente pobre proveniente de Europa es el color de la piel de los que van llegando, porque en términos de pobreza tan fregados estaban aquellos que en vez de albergues en la frontera se quedaban en Ellis Island. Llegaban igual de famélicos, de ignorantes y pobres, y con el tiempo se convirtieron en motor del desarrollo de esa gran potencia. Provenían de países que estaban sufriendo hambrunas, miserias e inseguridad y por ello se les consideró siempre refugiados, concepto muy especial que en el derecho internacional tiene un apartado especial e importante.

Hoy, en cambio, 15 mil soldados de Estados Unidos se atrincheran en la frontera sur para recibir a esos migrantes que han sido definidos como criminales peligrosos que llegan a “invadir” a ese país y no será raro que el hijo de inmigrantes ordene a la tropa, conformada también por hijos de inmigrantes, que dispare contra quienes integran una caravana que, comparada con las de los barcos atestados de gente padeciendo enfermedades que era retenida en cuarentena, parece en realidad poca cosa.

Pero en sus países de origen no se aprecia ni respeta a los migrantes y se les usa, como ahora lo hace Jimmy Morales al visitarlos en albergues sin implementar ni una sola política para reducir la necesidad de migrar porque él tampoco ha entendido, como no entiende casi nada, que la migración es un gesto desesperado de la gente más pobre y marginada.

Redacción La Hora

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