Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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Hace algunos días -en interesante simposio de información sobre políticas públicas, para un selecto grupo de personas muy interesadas en la política nacional y, sobre todo, en los procedimientos ad-hoc para replantear o remover los ya agotados modelos económicos del país- escuché ¡por enésima vez!, en esta suerte de reuniones, la palabra ¡igualdad! (égalité) acaso en el sentido en que Fénelon, en general Los Ilustrados franceses y la Revolución Francesa, lo plantearon al mundo –iniciáticamente- entre finales del XVII y 1789-90.

Todo, en estos simposios, suena muy hermoso, asequible y posible. Pero la realidad/real es completamente otra en esta Guatemala que yo -ya desde hace varias décadas- he bautizado como la “Guatemala inmutable”. El bautizo se me ocurrió después de muchas lecturas de Parménides (preparando cursos en la Universidad de S. Carlos) aquel presocrático que concibió el Ser como inmutable. Es decir, imposible de ser mutado, cambiado, transformado o reformado, en contra de Heráclito que pensaba todo lo contrario: que era fugaz e imposible de aprehender y, por lo tanto, en constante revolución diacrónica.

En la Guatemala inmutable de los del capitán general Jair Bolsonaro, nada cambia y por lo mismo, todo permanece igual (aunque pareciera que muta) de acuerdo con la novela El Gatopardo (gatopardismo) del príncipe de Lampedusa.

Los sentimientos más oscuros y primitivos y bestiales de los conquistadores y colonizadores encomenderos –con sus repartimientos de indios a los que por poco no se les atribuye alma para mejor explotarlos- permanece ¡inmutable!, en los “mejores” vástagos (y no digamos en los ancianos fosilizados) de la alta burguesía y de la burguesía terrateniente colonizadora del país, tataranietos ¡del criollo entre los criollos implacables!: don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, retratado una y mil veces en “La patria del criollo”.

La anti égalité de Jair Bolsonaro (o neofascismo a la americana del Sur que incluye gloriosamente a Guatemala) es –según yo, muy libre y audazmente- la sobrevivencia de los bajos sentimientos anti indigenistas y clasista de toda las Américas, aunado y armonizado, estratégicamente, con las formas de pensar de las dictaduras europeas tanto fascitas como comunistas (porque los extremos se tocan) que parten de la idea de que reprimir, humillar, torturar y ejecutar extrajudicialmente, es lo que corresponde –exclusivamente- a las clases económicamente privilegiadas -antiguamente por la sangre y hoy por el menos aristocrático dinero- y preservadas por ejércitos (y policía) medio mercenarios, que cobran una coima por defender a la “noble” oligarquía del terrible comunismo, del anticristiano anticomunismo, aquí en las Américas del Sur y del Centro. En Europa es otro cantar.

Nada tenemos que envidiar al Brasil de cara a la futura asunción del capitán Bolsonaro: misógino, homofóbico (anti LBHT, a mucha honra, cual Jimmy) anti aborto y partidario de asesinar sin perder el tiempo torturando. Porque aquí ya hemos disfrutado de todas esas virtudes suyas, tan cavernarias, no sólo dentro de lo que llamamos la dictadura militar -y su guerra civil guatemalteca- sino, paradójicamente, ya en el seno de lo que hemos mal llamado época democrática –que no ha sido tal- porque en tal “innovador” período se ha gozado asimismo –seccionado o en conjunto- de todos los atributos satánicos del capitán Jair.

La nueva fase judicializada que se descubre hoy -en torno a los hechos inmundos y violadores de muchos de los Derechos Humanos- en El Infiernito, lo demuestran palmariamente. Son hijos brillantes del capitán Jair: Vielmann Montes, Stu Velasco y Kamilo. Y, desde el averno, Víctor Soto que ya fue juzgado por Satán.
Continuaré el próximo lunes.

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