Roberto Arías

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Nació en la ciudad de Guatemala el 5 de mayo de 1942. Especializado en asesoría en comunicación, con especialización en medio ambiente. Estudió Comunicación en la Universidad de San Carlos de Guatemala y posee un postgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, así como un postgrado en Forestería y Medio Ambiente de la Universidad de Auburn, Alabama, EEUU. Ha conducido programas de radio y televisión, entrevistando a personalidades nacionales e internacionales.

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Roberto Arias

La Palabra de Dios ha sido tergiversada por las religiones a través de los siglos; tanto lo expresado en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. A mi parecer, generalmente la Sagrada Palabra de Dios inscrita en la Biblia ha sido, de algunas formas, falseada para obtener beneficios de grupos y, particularmente con fines de la consecución de dinero, bienes materiales y poder, incluyendo poder político. Esto está más que visto y probado cuando vemos los logros faraónicos desarrollados por estas instituciones.

La antiquísima práctica de exigir a los fieles de las iglesias la décima parte de su salario o de sus ganancias continúa hasta la actualidad. Los miembros de las iglesias creen fiel y verdaderamente lo que les inculcan los dirigentes eclesiásticos dentro de verborreas que vinculan perfectamente a sus sermones o reconvenciones bíblicas, mezcladas con verdades, falacias y mentiras.

¿Cree verdaderamente el distinguido lector que Jehová, el Dios de los hebreos, el Creador de todos los millones y millones de galaxias, de la Tierra y de la vida en la Tierra, de lo que vemos y no vemos; realmente requiere de la décima parte del producto del trabajo de todos sus hijos, que es la humanidad entera? Porque dicen muchísimos dirigentes eclesiásticos “Los diezmos son para el Señor”. Pero no explican exactamente para cuál señor.

Veamos lo que nos dicen las Escrituras sobre el diezmar a las iglesias:

Dios dio una Ley a los israelitas, Números 18:20-24. 20. El Señor Jehová le dijo a Aarón: “Tú no tendrás herencia en el país, ni recibirás ninguna porción de tierra, porque yo soy tu porción; yo soy tu herencia entre los israelitas. 21. A los levitas les doy como herencia, y en pago por su servicio en la Tienda de reunión, todos los diezmos de Israel. 22. Si los israelitas volvieran a cometer el pecado de acercarse a la Tienda de reunión, morirían. 23. Por eso únicamente los levitas servirán en la Tienda de reunión y cargarán con la culpa de los israelitas. El siguiente es un estatuto perpetuo para todas las generaciones venideras: Los levitas no recibirán herencia entre los israelitas, 24. Porque yo les he dado como herencia los diezmos que los israelitas ofrecen al Señor Jehová como contribución. Por eso he decidido que no tengan herencia entre los israelitas”.

Pero obviamente hubo una razón poderosa del Altísimo para emitir esa ley. La razón principal de los diezmos en Israel fue mantener el sacerdocio y los servicios en el santuario, debido a que ni a los sacerdotes ni a los otros miembros de la tribu de Leví se les dio una herencia de tierra propia. Su trabajo principal era cuidar de los beneficios espirituales de los demás israelitas. Los diezmos, por lo tanto, fueron un convenio divino para sostenerlos, un pago por servicios que se rendían a favor de la nación israelita.

Debe hacerse notar que en esa misma Ley, los levitas que no eran sacerdotes, a su vez, daban un diezmo de todo lo que habían recibido al sacerdocio aarónico para su sostén. Núm. 18:25-29.
Continúa…

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