Sandra Xinico Batz
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Las malas decisiones, la incapacidad política, la ignorancia y el desconocimiento de un presidente no pueden solaparse con la locura. Esto quiere decir que no podemos simplemente justificar todo el desastre o que se evadan las responsabilidades de ello, por el hecho de que el señor Presidente haya terminado “enfermo” mentalmente casi insinuando que como resultado de un cargo cuya presión no pudo soportar ni emocional ni mentalmente.
¿Acaso no, desde que asumió la Presidencia, se ha dedicado a hacer puras incoherencias? ¿Acaso no es lo que han hecho la mayoría de presidentes en este país? No veo diferencia entre el Jimmy de ahora y el que venía mofándose racistamente para vender su “comedia” por televisión. Ni siendo actor (ya de años) actúa bien. Actúa ahora de presidente y este es su papel, el que lo crean loco antes que corrupto y ladrón.
Mientras Jimmy Morales ejecuta su papel de presidente “que ha perdido la cabeza”, en el Congreso de la República hacen fiesta porque los ojos como siempre no están puestos sobre ellos y porque a pesar de que legislan en nuestra contra ahí siguen recontentos y engordando de lo bien que les va. ¿Acaso esto es conducir adecuadamente un país?
El cinismo y la hipocresía que muestran los congresistas, el Presidente y otros funcionarios no es evidencia de la locura que están empezando a padecer, sino la actitud prepotente y característica de un “buen” funcionario público propio de este sistema político de muerte, injusticia y desigualdad. Esa tendencia a mentir y el desinterés por los otros son las “aptitudes” de un político adecuado para mantener y ejecutar dicho sistema, de lo contrario no se les permitiría ni una cuota (pequeña) de poder.
No, los políticos en este país no tienen que estar locos o padecer de locura para que les importe un comino las y los demás y tampoco es que esto les preocupe mucho o tan siquiera algo por lo menos, no les quita el sueño, no les importa, así como tampoco les importará volver a mentir y fingir para reelegirse. No aparecerán con la cola entre las patas sino como seres “nuevos” con la solvencia moral y ética (según ellos) para gobernar y dirigir Guatemala.
Considero que lo que nos debe preocupar es que período tras período estemos “eligiendo” o legitimando un sistema político como este (en el que apenas sobrevivimos), en el que la mitomanía, el cinismo e hipocresía, el despego afectivo y el alcoholismo son las características principales de quienes gobiernan o deben gobernar y que esto más que efecto o síntomas de locura se deba a que de origen se construyó un modelo de Estado que para mantener la desigualdad y la acumulación de riqueza deba tener personas a su servicio dispuestas a ejercer estas “peculiaridades”.
Al señor Presidente le conviene más pasar por loco que por lo que es en realidad: un mal actor al que le están pagando muy bien para hacerse pasar por loco, y ni eso puede hacer bien.