Alfonso Mata
En resumidas cuentas, usamos la palabra bienestar en varios sentidos: una es como servicio, dado y recibido, otra como reunión de personas que buscan maneras de vivir mejor y una tercera como ir al encuentro de una realidad como sujeto y como grupo y así perseguimos en la palabra bienestar: lo social, lo individual, lo comunitario y, como medio fundamental para alcanzarla: la salud, la educación el acceso a los medios de producción y como recurso para ello, disponibilidad y acceso financiero. Todos esos bienestares están vinculados y sufren de diversidad de interpretaciones y de formas de lograrlos. Muchos confunden los medios con los fines. Para algunos, por ejemplo: el bienestar financiero tiene que ver con la cantidad de dinero que se obtiene llegándose al extremo de no tener nada o al de la avaricia de acumular y sentirse aún pobre. Para otros, el bienestar tiene forma de seguridad: de curarse, de educarse, de tener seguro un empleo y una vejez digna y reposada a medida que envejecemos.
Y finalmente, algo que casi nadie menciona, nos topamos con un tipo de bienestar que nace de lo más profundo de nuestra naturaleza humana: el bienestar espiritual, cuyo tema tiene que ver con el problema difícil de la conciencia y con nuestro origen, necesidades, libertad, formación y futuro. Y en eso, entendiendo, se involucra tanto un deseo e interpretación personal como colectiva, que agita a todos los otros bienestares a través de: la percepción, la intuición, la imaginación, la creatividad, la visión. Todos ellos se buscan, con el propósito de poner intención a nuestra vida. Es a mi entender el bienestar espiritual el que afecta profundamente a nuestra sociedad e individualidad, y merece un tratamiento muy especial fuera de esta nota.
Retomando el hilo de nuestro tema, cuando miramos los ambientes de los bienestares: individual, social, comunitario, financiero, físico, ambiental, emocional y espiritual, nos decepcionamos ante la realidad que nos topamos: una nación totalmente carente y pobre en todos sus estratos y niveles sociales, de bienestares. Con una estructura estatal y social, que funciona provocando “intencionadamente” desconectar todos esos bienestares.
Por tanto, es claro que para cambiar ese orden de cosas, se necesita de la acción ciudadana. Requiere de una conciencia pública global, un plan de acción estatal y una conciencia política, que nos embarque a todos, en la dirección de un mundo más pacífico, justo y sostenible. El bienestar es más que el bien-estar, no es sólo estar, es actuar para llegar a un buen nivel de vida en todo sentido. Es un estado de conciencia en el que se pone lo físico, emocional, espiritual, comunitario, social, financiero y profesional a la luz de: “todos para uno y uno para todos”. Es preciso partir que sin la existencia de una infraestructura política y social que permita elaborar los bienestares y acutares, no es posible que estos se den y se unan. No existe país del mundo que lo haya logrado, pero unos se aproximan más que otros y nosotros nos hallamos a la cola.