Adrián Zapata
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Parto de reconocer que la Caravana de los Migrantes es un hecho político de trascendencia regional y como tal hay que abordarlo. La dimensión humanitaria no basta, aunque es de extrema importancia, porque son personas las que están caminando, sufriendo y anhelando llegar a su destino.
Los efectos políticos de la Caravana son diversos y pueden ser interpretados de distintas maneras. Habrá quienes piensen que las tendencias más conservadoras de los republicanos serán las más beneficiadas; otros considerarán como tales a los gobiernos que, desde su particular punto de vista, resisten el intervencionismo estadounidense en la región, especialmente los casos de Ortega y Maduro; algunos, con horizontes reducidos, se limitarán a explicar el fenómeno con criterios relativos a problemáticas nacionales (son los diablos zelayistas o se debe a la corrupción, por ejemplo). Todas esas interpretaciones pueden ser válidas, la teoría de la conspiración es talla única, da para cualquier uso.
Pero para no perderse en ese mar de interpretaciones, hay que tener la realidad, la práctica concreta, como referencia, fuente de la verdad y criterio de ella, diría alguien hace ya algún tiempo. Y allí lo que encontramos son un río de gente buscando lo que no tienen en sus lugares de origen, oportunidades. Es la expresión visible de lo que sucede todos los días, los cientos de ciudadanos centroamericanos que cotidianamente salen de sus países para ir a los Estados Unidos, en búsqueda del cada vez más lejano “sueño americano”. Así que veamos lo esencial en medio de la complejidad del fenómeno: la responsabilidad de los Estados centroamericanos que expulsan a sus habitantes de sus territorios de origen, fundamentalmente rurales, donde no existen condiciones que permitan aspirar a una vida digna.
Esta crisis, por lo tanto, puede ser una oportunidad para plantearse una visión alternativa a la hasta ahora prevaleciente, que ha girado alrededor de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, particularmente de su “seguridad nacional”. Y esta visión alternativa es la que denominamos regional e integral. Regional porque debe obedecer a una perspectiva donde los intereses norteamericanos no son los determinantes, sino que los correspondientes a los países donde surge la problemática, es decir la región centroamericana y, agregando en esta ecuación, al sur este de México, cuyas características estructurales de pobreza y falta de desarrollo son bastante similares. E integral, porque aunque debe preocuparnos el abordaje humanitario de este fenómeno de migración forzada, intentando proteger a los migrantes en su vía crucis, la principal responsabilidad a asumir es la de incidir en las causas estructurales e históricas que lo explican, en última instancia.
Pero el punto central, para no sólo explicar la realidad, sino que transformarla, es una alianza estratégica entre el Sistema de Integración Centroamericana, SICA, y el gobierno de México, cuando esté encabezado por López Obrador, para impulsar esta visión y construir una estrategia correspondiente, en la cual el tema del desarrollo rural, territorios de donde provienen en una significativa proporción los migrantes, debe estar al centro.