Luis Enrique Pérez

lepereze@gmail.com

Nació el 3 de junio de 1946. Ha sido profesor universitario de filosofía, y columnista de varios periódicos de Guatemala, en los cuales ha publicado por lo menos 3,500 artículos sobre economía, política, derecho, historia, ciencia y filosofía. En 1995 impartió la lección inaugural de la Universidad Francisco Marroquín.

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Luis Enrique Pérez

Cuando, en octubre del año 1451, nació Cristóbal Colón, el comercio entre Europa y Asia había prosperado extraordinariamente. Una de las principales rutas comerciales incluía a Asia Menor, en cuyo territorio estaba Constantinopla, la capital del imperio bizantino. Actualmente ese mismo territorio es parte de Turquía.

En el año 1453 los turcos otomanos conquistaron Constantinopla, y dificultaron el comercio entre Europa y Asia; pero más precisamente entre Europa y China, India y Japón. Urgía buscar una nueva ruta, que hasta fuera más corta. El continente asiático estaba situado en el oriente. Aparentemente, entonces, una nueva ruta tenía que ser buscada en dirección hacia el oriente. Parecía absurdo buscarla en dirección opuesta, es decir, hacia el occidente.

Colón creyó que la Tierra era redonda. No era precisamente una creencia popular, sino una antigua creencia de filósofos, astrónomos o matemáticos, que combinaron exitosamente razón e imaginación, o intelecto e intuición. Colón aplicó esa creencia en su intento de encontrar la nueva ruta; pues si la Tierra era redonda, entonces era posible llegar a una región del oriente, en dirección hacia el occidente. La aventura de Colón fue posible porque acertadamente creyó que la Tierra era redonda; pero también porque cometió varios errores.

Primer error: Colón supuso una menor longitud de la circunferencia de la Tierra. El antiguo astrónomo Eratóstenes de Cirene calculó, con asombrosa exactitud, que la circunferencia de la Tierra medía 40,000 kilómetros. Posteriormente el también antiguo astrónomo Posidonio de Apamea calculó, con asombrosa inexactitud, que medía 29,000 kilómetros. Colón, quizá influido por el prestigioso astrónomo antiguo Claudio Ptolomeo, prefirió el cálculo de Posidonio; y entonces creyó que, para arribar a Asia en dirección hacia el occidente, tenía que recorrer una distancia notablemente menor que aquella que sugería el cálculo de Eratóstenes.

Segundo error: Colón creyó que, como creía el científico y teólogo Pedro d’Ally, en el mundo había más tierra que agua, y que el mar en dirección hacia el occidente era más pequeño. Entonces, en tal dirección, Asia parecía estar más cerca que lejos. Tercer error: Colón creyó que, como creía el cartógrafo Paolo dal Pozzo Toscanelli, la distancia entre Europa y Asia, en dirección hacia el occidente, era menor que en dirección hacia el oriente. Entonces Asia no solo parecía más cerca que lejos, sino que realmente lo estaba.

Cristóbal Colón no encontró una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, sino que arribó, el 12 de octubre del año 1492, a tierra que él creyó que era asiática. Américo Vespucio comprobó que Colón había arribado a tierra de un nuevo continente. Colón nunca lo creyó. Fue su último error, y murió con él, en mayo del año 1506. Por supuesto, Colón no descubrió ese nuevo continente. Estrictamente, nadie lo descubrió, sino que una mayor exploración audaz y ambiciosa suministró premisas para deducir que Colón había llegado a tierra de un nuevo continente. Esa deducción fue obra de Vespucio.

Post scriptum. El cartógrafo Martín Waldseemüller publicó, en el año 1507, un mapa en el que denominaba “América” al nuevo continente.

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