Poca atención se ha puesto a la evidente controversia, ratificada otra vez por Washington, entre la política de Estados Unidos y la del Gobierno de Guatemala con respecto a la Comisión Internacional Contra la Impunidad puesto que el presidente Morales está empeñado en acabar con el mandato de la CICIG el año próximo, mientras que el Gobierno de Donald Trump, por medio de su Secretario de Estado, insiste en que debe continuar bajo un formato “revisado”, pero de ninguna manera se pretende que se ponga fin a la lucha contra la corrupción ni contra la impunidad.

Una CICIG reformada caería en las observaciones que hizo la, hasta esta semana, Embajadora de Trump en Naciones Unidas, es decir que no recurra a las conferencias de prensa sino que opere más como lo hace el FBI, según sus precisas palabras. Pero obviamente Estados Unidos no puede avalar bajo ningún punto de vista la tesis de que no debe continuar la lucha para desmontar los poderes de la corrupción que no sólo empobrecen al país, generando más migración, sino que también ponen en peligro su propia seguridad porque saben que en la medida en que sigamos siendo controlados por grupos que venden el alma al diablo, seguramente que aquí podrá conseguir documentación falsificada cualquier terrorista, precisamente siguiendo los mismos procedimientos que usaron los rusos que se “volvieron” guatemaltecos comprando certificaciones de nacimiento falsas y que ahora atacan a la CICIG y defienden a Morales.

De la misma manera en que, con toda facilidad gracias a la corruptela, ellos consiguieron pasaportes y documentos que, como hizo también Roberto Barreda implicado en el Caso Siekavizza, les permiten viajar por el mundo suplantando personalidades, cualquier terrorista podría entrar a Estados Unidos utilizando esa clase de documentación.

Entre el flujo de migrantes, el trasiego de drogas y de personas, más los riesgos terroristas, la corrupción que alienta cada uno de esos fenómenos constituye una preocupación para Estados Unidos y eso no lo llega a entender Morales ni su poco brillante equipo de funcionarios relacionados con los temas de seguridad y de relaciones internacionales, por lo que hizo falta que, por enésima vez, en esta cumbre con los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica, se le recordara que a lo más que llegan es a aceptar alguna reforma al formato de CICIG, pero que la entidad tiene que continuar, para dolor y pesar del presidente Morales quien en su claro y evidente conflicto de interés sigue insistiendo en que hay que acabar con las funciones de la Comisión.

Redacción La Hora

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