Danilo Santos
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La pradera necesita una pequeña chispa para arder, y al parecer, hay quienes la andan buscando como único leitmotiv de su esquizofrénica existencia; las voces que escuchan ya los convencieron y han escogido el fundamentalismo, al extremo que se piensan como gigantes en el concierto de las naciones, preclaros en lo jurídico y extraordinarios líderes y políticos.
Irresponsablemente nos han llevado a la confrontación, escudándose en una persona, el absurdo argumento de la injerencia extranjera y la utilización de la fe. El problema no es Iván Velásquez, sino la lucha contra la corrupción y la impunidad; y su objetivo es deshacerse a toda costa de la CICIG. Encontraron el discurso y las alianzas. Su plan está en ejecución y al parecer no están dispuestos a parar, aunque sean muchas las voces internas y externas que les han dicho hasta el cansancio que se equivocan.
Cómo se atreve el gobierno de Guatemala a emplazar a Naciones Unidas y en especial al Secretario General, atribuyéndole a este último “… cualquier responsabilidad de cualquier consecuencia que surja de la falta de designación de un Comisionado o Comisionada en los términos y los plazos que se le han solicitado”, eso no es manifestar armonía entre las partes, sino falta de diplomacia y una imagen autoritaria.
El servilismo de funcionarios del gobierno, especialmente el Presidente, el Ministro de Gobernación y la Canciller, es la causa de lo que pasa en el país, y por supuesto, serán los responsables “de cualquier consecuencia que surja”.
El conflicto con la CICIG se volvió la excusa perfecta para quitar la atención de lo importante. Les guste o no, la lucha contra la corrupción seguirá. La fiscalización a los partidos políticos también. Y por supuesto, la purga de la clase política está más cerca de lo que creen.
Ya los discursos nacionalistas del Presidente del Congreso y los diputados que cerraron filas alrededor del hijo del adelantado y las momias políticas que lo acompañan, ya no engañan a toda la población. Las masas están comprendiendo que el proyecto de desarrollo de las generaciones anteriores en Guatemala, es precisamente la razón por la cual debemos cambiar al país; porque luego de casi doscientos años, somos un país empobrecido, inequitativo, excluyente y racista. Nacimos como finca y seguimos siendo finca, pero esto es irreversible, les guste o no, dejaremos de serlo. Se viene la construcción de un país donde estén representados todos los pueblos en el poder y el contrato social no sea exclusivo de unos cuantos.
Usted y sus patrones dan miedo señor Morales, pero no el suficiente para no decir lo que se piensa y hacer lo que sea necesario para no volver a la muerte como solución de nuestras diferencias. Llámeme sedicioso si quiere, pero que diga estupideces permanentemente no hará que no nos demos cuenta de lo verdaderamente importante. Con CICIG o sin ella, el proyecto es emanciparnos de una clase dominante corrupta y sus operadores políticos en las maquinarias electorales. Somos ciudadanos, no lacayos.