Edgar Villanueva
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Desde hace varios meses he estado identificando otro incremento en la polarización entre los guatemaltecos. La crisis política actual, ha generado una nueva brecha entre nosotros, una donde hay mucho ruido y muy poca propuesta. En mi opinión, esta brecha se ve incrementada porque nuestros liderazgos están programados para la confrontación y no para el diálogo.

Con esta afirmación no pretendo hacer una crítica directa a los liderazgos, pues hay muchos que trabajan con voluntad y compromiso para cambiar el país. Asimismo, excluyo de la ecuación de los liderazgos aquellos que están manipulando los hechos y las circunstancias para procurar proteger intereses del crimen organizado. Me refiero a aquellos que, desde diversos sectores, se han ganado un reconocimiento social por sus aportes al país y que, en el contexto actual, no han podido encontrar avenidas comunes entre los que no opinan igual.

Es muy fácil añadir apoyos cuando uno piensa igual o similar, pero es mucho más complicado encontrar vías de cooperación entre quienes piensan diferente y creo que esta es la clave de la salida de la crisis actual de nuestro país, que los líderes sean capaces de ver soluciones más allá de las que ellos creen válidas. El diccionario de la Real Academia Española define diálogo como una discusión o trato en busca de avenencia y creo que la clave está en buscar un trato y no una rendición.

El reto está en que, en muchos casos, nos siguen liderando los liderazgos que surgieron del Conflicto Armado Interno. Líderes programados para el choque, a quienes el diálogo les parece una concesión y consideran que sentarse a la mesa con los opositores y ceder en algo, es una derrota. Y nos están contaminando. Es cierto que todo se ve exacerbado por los net centers y los “todólogos” de las redes sociales, pero todo esto podría ser diluido si hubieran voces que sin importarles la posición, estuvieran sentados en una mesa buscando soluciones y no rendiciones.

Nuestra sociedad está cambiando de manera profunda en esta generación. Por ejemplo, muy pronto, los mandos militares del país estarán integrados por oficiales y soldados que nunca estuvieron en combate. Asimismo, la conectividad y el acceso a la información están ampliando la gama de necesidades de nuestros ciudadanos, las cuales no fuimos capaces de llenar en los 80 o en los 90 y que cada día serán más difíciles de satisfacer. Sin un diálogo, sin un trato y sin líderes que estén listos para ceder en algo para ganar en otra cosa, el futuro se complica.

En las sociedades modernas y en aquellas que han logrado salir de situaciones de conflicto el diálogo es una herramienta constante donde lo que se busca es avanzar bajo la dirección del bien común. Eso implica ceder a veces y ganar a veces. Significa que el “enemigo” puede anotarse una victoria, pero sabe que pronto tendrá que ceder ante los deseos o necesidades de su oponente. ¿Dialogamos y avanzamos o sometemos y nos hundimos?

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