Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

Al siguiente día de nuestra fecha patria se celebra la de nuestros vecinos del norte. En el imaginario colectivo se percibe que la independencia mexicana fue “un día después” de la nuestra, el 16 de septiembre, como que de alguna forma estuvieran vinculadas. Nada que ver. De hecho, la emancipación de ellos empezó once años antes y tuvieron que librar fiera lucha para que el 27 de septiembre de 1821 finalmente se formalizara dicha independencia.

En 1810 el cura Hidalgo lanzó el “grito de Dolores” que fue el punto de partida de la liberación mexicana. Los movimientos de independencia estaban madurando en toda la región y, en el preciso momento surgió Napoleón (coincidencias históricas). Sí, Bonaparte -el prócer ignorado- había invadido España. La capacidad militar hispana quedó reducida y limitada a sacudirse a los franceses. Esa coyuntura la aprovecharon en toda América Latina. Cuando en México triunfó el ejército independentista y entró a la capital el ejército Trigarante, en agosto de 1821, la mesa estaba servida para la gesta centroamericana. En esto sí hay conexión; nuestra independencia fue un mes después.

Dejando de lado las diferencias, como sucede en las grandes familias, quiero resaltar los lazos que nos unen, la cultura que compartimos. Para empezar, señalo aspectos cotidianos y populares. ¿Quién no se levanta con las mañanitas del Rey David el día de su santo? ¿Quién no canta, a grito abierto, “sigo siendo el rey”? En otro orden de ideas, compartimos la devoción a la Virgen Morena.

Pero quiero condensar mi reconocimiento en tres personajes que han influido decisivamente en nuestra cultura chapina. Podría ser injusto con otros destacados, pero sería injusto no mencionar a estos tres. Empiezo con Mario Moreno. Es increíble que hoy día presenten todas las semanas las películas grabadas hace más de cincuenta años (y hasta setenta años); extraña no solo por lo antiguo, -la mayoría en blanco en negro-, sino porque son películas que hemos visto innumerables veces, pero ahí estamos, viéndolas de nuevo, gozando el genio insuperable de Cantinflas. En la misma línea, tenemos a Roberto Gómez Bolaños y sus variados personajes: Chespirito, el Chavo, los loquitos, los caquitos, y toda su pandilla quienes por más de cuarenta años nos han venido entreteniendo con actuaciones ingeniosas y libretos elaborados por el citado Gómez Bolaños quien a la vez fue un gran actor. Por último, cito a José Alfredo Jiménez autor de muchas canciones que nos han acompañado en fiestas y celebraciones; piezas musicales bien hechas, con ritmo, con sentido (y no como la gritería actual ni los narcocorridos). Entre muchos éxitos: Ella, No me amenaces, El Jinete, Cucurrucucú paloma, No volveré, Fallaste Corazón, Amanecí entre tus brazos, La vida no vale nada y la citada El rey.

Termino con otro reconocimiento, cuando el terremoto de 1976, de los primeros países en acudir con ayuda fue México. Recuerdo los grandes comedores de Conasupo que instalaron en muchos lugares. Igual han venido en cuanta emergencia hemos tenido. Gracias. Saludos hermanos mexicanos.

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