Roberto Arías

robertoarias@outlook.com.ar

Nació en la ciudad de Guatemala el 5 de mayo de 1942. Especializado en asesoría en comunicación, con especialización en medio ambiente. Estudió Comunicación en la Universidad de San Carlos de Guatemala y posee un postgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, así como un postgrado en Forestería y Medio Ambiente de la Universidad de Auburn, Alabama, EEUU. Ha conducido programas de radio y televisión, entrevistando a personalidades nacionales e internacionales.

post author

Roberto Arias

Después de lo expresado en artículos anteriores, puedo mencionar que hoy en día el ambientalismo comprende una gran variedad de grupos con múltiples agendas de acción y diferentes perspectivas teóricas. Podemos enfocar desde los llamados “conservacionistas”, cuya preocupación principal es la protección de la fauna y flora y para quienes la especie humana es vista, fundamentalmente, como elemento de desequilibrio y destrucción, hasta el otro extremo, donde no habría un problema ecológico, sino únicamente problemas socioeconómicos.

Entre esas dos posiciones se ha desarrollado toda una constelación de posiciones intermedias, con mayor o menor énfasis en uno y otro polo, pero para quienes el ambientalismo se presenta como un campo construido sobre las interrelaciones entre lo social y la naturaleza, tiene consecuentes efectos en la transformación y mantención de múltiples ecosistemas.

Los ambientalistas, internacionalmente se clasifican según sus postulados y prácticas políticas y, la mayoría de los estudiosos indican las siguientes tendencias como principales: Los ecoanarquistas; ecosocialistas; ecoreformistas; ecoradicales; la ecología de izquierda; la ecología de derecha; etc. La lista es muy larga y el espacio para enumerarlas es corto.

He podido observar que desafortunadamente en Guatemala, mucho del ambientalismo ha perdido sus postulados y objetividad. Hay algunas asociaciones que utilizan su organización más para el chantaje que para trabajar técnicamente con la finalidad de amortiguar los impactos ambientales que realizan muchos industriales sobre el ecosistema nacional; pero puedo decir con satisfacción que hay muchas que efectivamente sí hacen esfuerzos por llevar a cabo su misión, aunque en su generalidad encuentran grandes tropiezos, mientras el eco-sistema nacional se agota a pasos agigantados por la destrucción estúpida e inmisericorde que realizan muchos industriales nacionales y extranjeros, concatenados con estructuras criminales dentro de los gobiernos.

En Guatemala hemos tenido desde hace muchos años, un sistema político que más parece ser guerra entre mafias, que emanado de lo que conocemos técnicamente como “Ciencias Políticas” y, esas mafias son quienes han degradado ambientalmente al país.

Pero en fin, debemos hacer conciencia para no aceptar el saqueo ambiental como aún se nos presenta en Guatemala y tener el conocimiento que el ambientalismo en cualquier parte del mundo es una enorme parte de la política global susceptible a debate y negociación.

Es urgente renegociar el ridículo porcentaje que pagan las mineras al Estado de Guatemala, obra del finado Álvaro Arzú Irigoyen y sus secuaces.

Me pregunto muchas veces porqué los países donantes y la ONU no exigen a los gobiernos de nuestro país que el orden ambiental tome un curso de conservación real y verdadera y, desmantelar las estructuras criminales industriales e intergubernamentales en esos ámbitos. A mi juicio, América ha sido la Reserva ambiental mundial, ahora en abierta depredación consensuada a sangre y bala.

Artículo anteriorSentencian a exasesor de Trump a catorce días de cárcel
Artículo siguienteGuatemala en el corazón de mi poesía