Sandra Xinico Batz
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Las escuelas, colegios e institutos ya están listos para las fiestas de independencia. A muchos jóvenes, niñas y niños les han pedido vestirse de “traje típico” para desfilar, es una de las dos ocasiones en el año en que está bien o permitido disfrazarse de inditos porque estamos celebrando a Guatemala y en nombre de la “independencia” nos decimos orgullosos de nuestras raíces (y entonces vale la pena hacer el sacrificio de parecer indígena por unas horas).
No harán falta los establecimientos educativos donde el corte militar permanezca (después de todo aún no hemos abolido el militarismo incluso de nuestras cabezas), ahí andan los muchachitos y las muchachitas marchando e imitando bandas marciales. Parece que las bandas escolares es lo único que podemos ofrecer a la juventud y la niñez para distraerse o sentirse parte de algo, el repertorio musical que la mayoría interpreta en los últimos años son canciones del género de banda (mexicana) al estilo “La Trakalosa de Monterrey” o “La Arrolladora Banda El Limón”, asegurándose además de representar toda la parafernalia.
Las antorchas inundarán el país, cientos de guatemaltecos correrán por las carreteras motivados por el nacionalismo patrio representado en el fuego de la libertad que llevan hasta sus municipios y ciudades. Son días en que se canta el himno a Guatemala y a Centroamérica (“cinco dedos formando una mano”), se jura a la bandera y el país se viste de azul y blanco. De los carros cuelgan banderitas de Guate, manejados por conductores energúmenos que no dudarán en echarte el carro encima mientras caminas sobre el paso de cebra.
¡Esta es tu independencia Guatemala! De esto se ha tratado desde que se firmó: una pura simulación de libertad y autonomía. La nación de la que se dicen orgullecer cada 15 de septiembre es este país contraído de racismo, despojos y desigualdades que nunca ha dejado de ser del criollo y que funciona como una finca. Un país esclavizante y sin memoria, donde gobiernan los corruptos mientras los más pobres trabajan de sol a sol, sin tregua. Un país de chapines que se sienten orgullosos de sus “ancestros” españoles mientras vociferan de injerencia extranjera cuando les conviene o sea cuando se atenta contra sus privilegios y la concentración de poder. Una nación en constante crisis que en nombre de la “vida” promulga la muerte y el odio, que deja morir de hambre y desnutrición a sus “ciudadanos”.
Un país que no sólo es dependiente (económica e ideológicamente) de los gringos y europeos, sino también de la manipulación de los ricos (locales), de las iglesias cristianas, de los medios de comunicación corporativos. Un país que extermina y empobrece a los pueblos originarios en nombre del “desarrollo”, que llama “Marías”, “indias”, “inditas” a las mujeres mayas a quienes cada 15 de septiembre y 12 de diciembre les prestarán sus “trapos” para disfrazarse de “Guatemala”.
Un país donde se culpa a un volcán por la desgracia provocada, donde se puede perderlo todo y tres meses después seguir “viviendo” en un albergue.