Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
En momentos en que se hace nueva estimación de las expectativas económicas y se hace una revisión a la baja del esperado crecimiento económico de Guatemala, toda una serie de indicadores hacen que se enciendan las alarmas porque a la par de la disminución de precios de nuestros productos de exportación se empieza a notar una reducción en el crecimiento de las remesas familiares como consecuencia de las medidas cada vez más enérgicas contra nuestros compatriotas en Estados Unidos, y la incertidumbre política en nuestro propio terruño ha tenido ya efectos importantes en la economía que demanda una certeza imposible de lograr cuando todo el aparato del Estado está marcado por la corrupción que hace imposible que los trámites de licencias o autorizaciones del sector público sean plenamente válidas porque están marcadas por la mordida y el soborno.
Pero por si fuera poco lo expuesto, resulta que el territorio nacional está sufriendo los efectos de una sequía tremenda que tendrá graves consecuencias para muchísima gente en Guatemala porque no sólo se reducirá la producción de granos básicos sino que miles de familias perderán sus ingresos y están condenadas a sufrir hambruna, especialmente en el llamado Corredor Seco, pero también en otras regiones que han visto cómo se pierden por completo las cosechas por la falta de lluvias.
Y todo ello ocurre cuando estamos con un Gobierno que no atina a entender su función y sus deberes de cara a los intereses nacionales porque se encuentra empeñado en el esfuerzo por acabar con la Comisión Internacional Contra la Impunidad y salir del comisionado Iván Velásquez. Nada en el escenario nacional les preocupa más que en el marco de ese empeño y por lo tanto hay un notable descuido de lo que realmente interesa para que los guatemaltecos podamos enfrentar de mejor forma las complicaciones que se nos vienen.
Pero indudablemente el tema de la pérdida de las cosechas es uno de los que tienen mayores y más graves implicaciones porque afectará a millares de familias pobres y si ya teníamos un serio problema de desnutrición y abandono para la gente más necesitada, esa compleja situación hará más crítico lo que ocurre y mayor su sufrimiento.
Careciendo por completo de políticas de previsión social y con una incapacidad absoluta para ejecutar el Presupuesto más que en la cobertura de las partidas de funcionamiento, no se puede uno sino preocupar seriamente por los efectos que tendrá este pobrísimo invierno. Ciertamente no es culpa del Gobierno que no llueva, pero sí lo es que no tengamos ninguna visión de cómo mitigar sus efectos en el plano social y para atender las necesidades que se derivarán de la falta de condiciones adecuadas para la producción agrícola de subsistencia.
Es preocupante lo que pasa y si los caficultores con razón se agobian por la caída de precios del producto, imaginemos la angustia de aquellos que tienen en la producción de unos pocos quintales de granos básicos su ingreso anual y que ahora no tendrán cómo cubrir sus necesidades más elementales mientras todo el coco del Gobierno (si es que hay) se centra en otras prioridades.